Capítulo 17: Diagnóstico ♥

24.7.09 en 21:10

Fabián salió por la puerta y la cerró silenciosamente, me quedé solá y triste en ese clara habitación, quizás demaciado. Ya no lloraba, aunque tenía toda la cara empapada. Tan solo había un sollozo inconsolable proveniente de mi alma. Todo era tan confuso.. ¿qué iría a pasar? ¿sería tan solo un sueño?

Se abrió la puerta de golpe y me llevé un susto. Miré hacia allí y ví como un señor ya mayor, bastante canoso y regordete entraba medio corriendo. Rápidamente me midió la presión, los latidos y la respiración. Se quedó extrañado mirándome.


- A simple vista no sé que es lo que le ocurre. Requerirá de algunos exámenes. -dijo el doctor a Fabián, que había llegado sigilosamente, haciendo que no me percatara de su presencia.


- Pues entonces haganle los malditos exámenes y todo lo posible para que se mejore, es su trabajo. -dijo Fabián furioso, fuera de si. Me daba un poco de miedo, y me dieron ganas de gritarle algo, para que se tranquilizara, pero no pude.


- Tranquilo, se hará todo lo que está a nuestro alcanze. Haber nena dí 'aah'. -y me puso un palito de helado el la lengua- Mmm.. no puedo decir nada concreto, pero tiene un notorio daño, aunque no sabría indicar las causas. Iré a buscar a la enfermera para los exámenes que sean convenientes y al doctor Marín, otorrinolaringólogo.
El doctor se fué. Fabián se quedó medio estático y muy shockiado. Finalmente se sentó a mi lado y me tomó la mano.

- Aún estás muy helada. ¿Porqué? es todo tan extraño.. ojala que todo salga bien.. -dijo con un tono muy triste.. me desconponía de tan solo escucharlo- bueno creo que viene tu mamá, mejor me voy, si no me agarraré una buena paliza jajaja. -rió sin muchas ganas, yo le sonreí como pude.
Me dió un beso en la frente y cuando estaba apunto de abrir la puerta, alguien la abrió antes y casi le pega un portazo. Era mi madre. Lo fulminó con la mirada y avanzó rápido hasta donde estaba yo.

- Hija. Que te puedo decir, estoy.. un poco.. confundida.. triste, me tengo que espavilar, es como si no reaccionara.. fue todo tan rápido.. bueno, pase lo que pase estaremos todos a tu lado y te cuidaremos lo más que podamos. ¿Ok? apropósito.. no me habías dicho que tenías novio -dijo un tanto molesta- ni siquiera nos lo has presentado. Porqué vas con todo tan rápido ¿eh? es como si te buscaras los problemas.. ¡¿porqué no me contestas, que te ocurre?! -yo solo miraba hacia la ventana.. no me atrevía a mirarla a los ojos.. sentía que me podía atravesar- claro, estando yo tan preocupada por ti, lo único que te pido esque me cuentes que es lo que.... ah.. cierto, cierto. Lo siento, estoy muy aturdida. Según el doctor pasará.


La miré como diciendo "¿encerio?" muy emocionada. Era la mejor noticia que podía esperar. En ese momento las dos volteamos a ver quien entraba por la puerta. Era el mismo doctor de antes, en compañía de una enfermera esbelta y con grandes ojos, llenos de curiosidad. El otro hombre, que deviera de ser el tal doctor Marín, era delgado y con la cara avejentada, pelo casi blanco y una cara muy arrugada, acompañada de unos ojos con mucho sufrimiento de color celestes cielo, de esos casi transparentes.


- Vamos a ver, pequeña. -Miró a mi madre con cara de "es mejor que nos deje a solas" y ella se fué, con cara de angustia. El me examinó, normalmente y escribió algunas cosas en un cuaderno que traía consigo- bueno, creo que habrá que hacerle un examen completo, suministrarle -escribió unas lineas en otra hoja, la arrancó y se la entregó al otro doctor, del cual aún desconocía su nombre o apellido- estos medicamentos. Será mejor que tome reposo durante algunos días, por lo menos hasta que esté claro el diagnóstico. Bueno puede proseguir, enfermera Compton. Doctor, ¿me acompaña un momento?

- Claro Damián. -con que se llamaba Damián Marín, pero tenía más curiosidad de saber como se llamaba el hombre regordete, me inspiraba confianza.


Ellos abandonáron la habitación. Y la enfermera comensó a urgar unas cosas encima de un mesa dandome la espalda, por lo que no podía ver que era lo que hacía. La verdad es que ya me sentía mejor, con el puro hecho de que me mejoraría. Quería que me hisieran los exámenes rápido para poder estar más con Fabián.


- Señorita, ¿me facilita su brazo izquiero por favor? -me dijo amablemente, mientras sostenía una horrible y gigantesca jeringa en su mano.

Yo me imaginaba una prueba de ADN o que se yo, en la que me cortaran una uña o me sacaran un poco de cabello. ¿Pero sangre? no, por favor. Le tenía pavor a dos cosas. Bueno a muchas, pero a dos principamente. A los caballos, y a las jeringas. Quería gritar o decirle que no, que no podía. Pero ella ya tenía mi brazo en su poder y estaba apunto de comenzar a succionar sangre.

La sangre no me parecía asquerosa, de hecho, me daba igual. Lo que me pasaba, era con la agujas, y la sensación de como la sangre se te va yendo por ahí, y se almazena en ese frasquito. Era horrible.


De pronto sentí un mareo, ganas de cerrar los ojos, y vomitar. Me iva a desmallar. Me había pasado toda la vida, con cualquier aguja, y más con jeringas. Miraba como a sangre iva subiendo, hasta que todo comenzó a ser borroso, la respiración disminuyó, y por fin, me desmallé, como esperaba.
Malditas agujas.

Capítulo 16: Despertando ♥

12.7.09 en 22:27

De un vacío total, volví a la vida, como si de una resurrección se tratara. Estaba totalmente desorientada. ¿Quién era, dónde estaba, que había ocurrido? al menos recordaba que era humana. Aunque ya había recuperado la conciensia, aún no lograba recordar nada.

Al fondo, se escuchaba un llanto melancólico, proveniente de una mujer dévil, y una voz grave y firme intentando consolarla. Sentía frío, mucho. Pero en mi vientre, sentía una calidez que me llenaba de vitalidad. Agudizé mis sentidos, los cuales por suerte había recuperado. Primero la audición, como agradecía volver a tenerla, ese zumbido era desmoronador. Logré escuchar con más presición el llanto y la voz, también cosas nuevas. Escuché pasos, un murmullo que provenía muy de lejos, y una respiración cercana muy acompasada y tranquila. Agudizé el tacto, mis manos estaban al costado de mi cuerpo, yo estaba acostada ensima de algo suave y blando. Una cama, y probablemente de hospital, porque también pude sentir la aguja que tenía en el brazo, lo cual seguramente sería el suero. Por último agudizé el olfato. No me equivocaba, estaba en un hospital, ya saben, su olor es muy característico.

Volví a inhalar con más fuerza que antes, y me llevé una sorpresa de otro mundo. A través de esa respiración se me vinieron tantos recuerdos de golpe, que quize volver a dormir. Era mucha información como para un solo segundo. Pero por lo menos, recordaba. Uno de mis miedos más grandes era quedarme sin memoria en algún momento de mi vida. Quería abrir los ojos, pero tenía miedo. Aún tenía un escalosfrío eterno en mi columna, y seguía entumida. Me sentía frágil y sola, aunque sabía que no lo estaba.

Finalmente, luego de algunos minutos de meditación, decidí abrirlos, lentamente. Por entre mis pestañas, pude ver mucha claridad, y todo de blanco. Ahora lo tenía más que confirmado, estaba en un hospital, hospitalizada. Subí un poco más mis párpados y pude ver a Fabián sentado en una silla, con su cabeza recostada en mi estómago durmiendo con su carita de ángel. Estaba en polera, no sé como no tenía frío, yo sentía que estaba en la Antártica. Los abrí completamente. Miré hacia todas partes, no había nadie más en la sala. Después de un rato, logré acostumbrar la vista, ya que cuando resién los abrí, veía todo un poco borroso. Quería probar mi último sentido, el habla. Ya había confirmado que todos los demás estaban en perfecto estado, y supusé que este último también lo estaría, pero solo por curiosidad, quizé pronunciar algo.

Mil lágrimas comensaron a salir de mis ojos. No funcionaba. No lo podía creer, estaba perdida. ¿Qué iva a hacer yo, sin poder hablar? tendría que ir a una escuela especial para mudos. No le podría volver a decir "te amo" a Fabián, ni a mi madre. No podría dar los buenos días. Esto era malo, pero muy malo. Además, con lo frágil que estaba, y con el frío que tenía, me sentía próxima a la muerte, como si una enfermedad mortal estubiera a punto de desacerse de mi.

- Mmmm.. ñaarrtzzzz.. -murmulló Fabián entre sueños, moviéndo un poco la cabeza.

Abrió los ojos, y se quedó mirando al vacío un momento, como recordando donde estaba y porque estaba aquí. Se espabiló en unos segundos y se sentó. No me miró hasta despues de bostezar y estirarse. Yo miraba la ventana. ¿Qué podía decirle?

Se quedó mirandome por unos segundos, sin saber que decir. Finalmente, no muy decidido, me dijo:

- ¿Porqué lloras?

* Silencio por parte mia *

- Vamos, no quiero ser grosero, pero me tienes muy nervioso, estas hace tres días en coma, y pensé que al despertarte te alegraría verme a tu lado. Estoy muy preocupado. Aunque allas dormido por tantos días, y tengas suministrados suficientes nutrientes, no se te quitan las ojeras ni la palidez. Temperaron esta sala especialmente para ti a 32º C, y aun así, sigues helada. No me miras y además eres un mar de lágrimas. ¿Me quieres decir que rayos pasa? Tu papá ya no sabe que decirle a tu mamá para tranquilizarla. -dijo intranquilo.

En ese momento lo miré de una forma indescriptible. Le quería explicar todo con la mirada, y a la vez darle a entender mi enojo. Me dolía que pensaran que Cris fuera mi papá. Mejor callar que meter la pata.

- ¿No me vas a hablar? -repuso con cierta ira, la cual era injustificable.

Se me salieron aún más lágrimas pero esta vez, sentí una verguënza enorme. Me tapé la cara con las manos. Me destapé y le intenté hablar, pero parecía tonta, no me salían las palabras. El solo me miraba con sufrimiento, no le puedo culpar, no entendía nada. Al final, me las arreglé para pedirle que me diera un lápiz y un papel. Por suerte venía del colegio y estaba con su bolso.

Y le escribí:
Mi amor, no quiero que grites y te espantes. Pero, me he quedado muda. No puedo decir nada. No comprendo nada tampoco. Cuando recién me desperté tampoco recordaba nada, pero los recuerdos de pronto vinieron a mi, por suerte. Yo tampoco sé porque tengo tanto frío, pero creeme que no lo hago apropósito. Lamento no poder volverte a decir nunca más te amo, pero quiero que sepas que es así.

Mientras lo escribía, seguía llorando, por supuesto, y la hoja, devo agregar, quedo con muchas gotas. Él intentaba leer algo mientras escribía, pero yo quería que lo leyera todo de corrido. Se lo entregué, no sin cierta resignación, e intenté tranquilizarme.

Él solo se quedo en silencio, asimilando. Abrío la boca intentándo decir algo, pero al parecer no sabía que era lo correcto.

- Voy a buscar al médico. -dijo sumamente serio. Se paró y se dió vuelta, dirigiendose a la puerta. Antes de llegar a ella, se detubo, y volvió casi corriendo hasta mi, y me abrazó, como pudo, ya que yo estaba acostada en esa horrenda cama.

- Te amo y no lo olvides, no importa lo que pase, saldrás adelante y yo estaré a tu lado todo el tiempo que sea necesario. -dijo con la voz llorosa, y luego volvio hacia la puerta.

En la fracción de segundo que duró en darse vuelta, alcanzé a ver un brillo en su mejilla.
¿Una lágrima?

Capítulo 15: Lo inesperado ♥

10.7.09 en 22:43

Las siguientes clases pasaron rápido, o lento, en realidad no lo sé. Estube como fuera de tiempo. Además, ni sueñes con que podía concentrarme, tenía esa sensación de cuando alguien clava su mirada en tu espalda, y era obvio que era Fabián. No me atreví en ningún momento ha mirarle. Tenía pavor, no se de qué, pero lo tenía. Para suerte mía los profesores con los que me tocaba no me prestaron atención en ningún minuto. Era como si me hubiera esfumado, porque ni siquiera Ania me hablaba.

Al final, lo único que me hiso espavilarme fue esa insistente campana, que te remueve entera cada vez que suena. Ya había llegado la hora de irse a casa. ¿A casa? no. No quería ver a mi madre. ¿A dónde me iva? con Ania no, porque es muy poco paciente, y querría que le explicase todo, y yo no quiero pronunciar palabra alguna. Al fin y al cabo, cuando terminé de guardar mis cosas en mi mochila y estaba lista para salir y dirigirme a mi nuevo destino (el cuál no tenía idea de cual iva a ser) me encaminé hacie la puerta. Me parecía extraño que nadie me hablase.

Entonces me dí cuenta. Hace ya horas, que escuchaba un leve zumbido, no escuchaba las conversaciones, solo un zumbido como cuando estas en el centro comercial y hay tantas personas, que no puedes escuchar alguna conversación determinada, porque todas se mezclan en una sola. Eso mismo me pasaba. Al darme cuenta, ese zumbido poco a poco fue desapareciéndo y quedó todo en profundo silencio. No miraba otra cosa si no el suelo hacia varios pasos ya, y por el cemento sobre el cual me encontraba supuse que estaría saliendo del colegio ya. Levanté la mirada, y me dí vuelta, horrorizada. ¿Qué era todo esto? estaba atormentada. Me encontré con la mirada de mi amado, me mirada con profunda preocupación.

Estaba a tan solo unos pasos, quieto y paciente, el sabía que algo me pasaba. De repente sentí como las ojeras se me marcaron y los párpados me pesaban más de lo normal. Pero una extraña intuición, que iva en contra de mi voluntad, no me dejaba cerrar los ojos. Se me comensó a nublar la vista, como cuando estás viendo a través de un vidrio y este se empapa de vapor, así veía en ese momento. Pero aún así, podía distinguir la silueta de Fabián. Quería gritar de horror, la sensación que tenía era inexplicable. No era de dolor, esto iva más allá. Pero mis cuerdas vocales me traicionáron. No funcionaban.

En un intento de salvarme de este suceso, totalmente desconocido para mi, corrí en su dirección. Antes de que mis piernas me fallaran, al igual que el habla, la vista y la audición. Me apróxime lo bastante como para poder abalanzarme, pero no alcanzé. En ese momento mis piernas no reaccionaron y me caí al vacío, pues para mi todo ya era borroso y sin sentido. Pero sus brazos, esos fuertes brazos, me agarraron y me estrecharon, y sentí la calidez de su pecho en mi mejilla. Y pude aspirar su delicioso aroma antes de que me fallara mi cuarto sentido, el olfato. Entonces no olí más, y tampoco sentí nada, tan solo como algo me consumió totalmente, dejando que cayera eternamente en el frío abismo, entumecida, ciega y sordamuda.
Inerte e inexistente.

Capítulo 14: La herida ♥

2.7.09 en 15:31

Ahí estaba Lucy, con los ojos llorosos y con una cara indescriptible. No sabía que pensar. Si yo era la mala que le había arrebatado todas sus esperanzas e iluciones, o yo solo era la persona que haría que ella entendiera que tenía que continuar con su vida y no estancarse en el pasado. Y no lo pude evitar, me dio muchísima pena.

Entonces, nuestras miradas se cruzaron. Era lo último que quería. No supe interpretar su mirada, tenía rencor y rabia, si que si, pero no era lo único. Fueron unos cuantos segundos, enseguida desapareció entre la multitud de estudiantes. Me quede media paralizada, y en estando entremedio de la multitud, valla porrazo que tube al caer ante unos cuantos empujones. Como es natural, no reaccionaba, aunque instantes después el dolor me hizo reaccionar con un grito que espantaría hasta a un fantasma. Claro que, el bullicio era tal, que apenas se escuchó. Ania y sus amigas, que ya empezaban a ser amigas mias también, corrieron a ayudarme.

Yo solo me logré sentar y me frotaba la pantorrilla. Me dolía mucho. Entre todas intentaron pararme, pero me dolía demaciado como para mantenerme en pie. Poco a poco la gente al rededor ya había vuelta a clases, a exepción de mis amigas. Como ellas no conseguían nada,
Caro fué a buscar al profesor de educación física. Al los pocos minutos llegaron.

- Valla, te has dado un buen golpe, ¿no? -me dijo el profesor con cara de angustia, al tiempo que se agachaba para poder examinarme.

- Ni me lo diga, profesor. -repliqué con las lagrimas apunto de salir, y con cara de sufrimiento. Que ironía, ahora la que lloraba era yo.

- Chicas vuelvan a su clase. Esto no es un espectáculo. -les dijo el profesor a mis amigas, las cuales se fueron cabizbajas, diciendo algún que otro reclamo.

- Vamos a ver.. ¡uff! -En ese momento me bajó el calcetín de la piernas izquierda, que me llegaban casi hasta la rodilla.

- Eso se ve feo.

- Vamos a enfermería para que te pongan algo.

Tenía una herida no de esas menores, de hecho, se me había manchado el calzetín con sangre. Estaba en medio de la pantorrila, se veía horrible. Además, me dolía demaciado. La enfermera me la limpió, desinfectó y vendó. Me dijo que cicatrizaría en dos semanas más o menos.

¡¡DOS SEMANAS!! que tortura. No podría usar más shorts ni faldas, a menos que quisiera mostrar mi "sexy" herida. Me dió una píldora para el dolor, y un té para que me serenara. Estaba muy irritada a decir verdad. Tube que esperar hasta la siguiente hora de clases en ese horrible lugar, ya saben, lleno de vendas, parches, y un olor.. no lo sé. Mezcla de sangre y desinfectante para pisos. Realmente horrible. Mi primera visita a la enfermería antes de que se cumpliera siquiera una semana se clases. Si que soy especial.

Al fin termino esa incesante hora y pude salir de allí, no sin cierta dificultad, aunque ya estaba mucho mejor. En el camino hacia mi sala (no tenía ganas de pasar el recreo afuera de la temperada y tranquila sala) me cruzé con varias caras que me miraron de pies a cabeza, y se centraron en la horrible venda que llevaba. Ponían cara de "pobrecilla, que torpe es" me ponían de los nervios. Cuando llegué a mi destino, me esperaban mis amigas allí y alguien más. Se imaginan quién, ¿o no?

- ¡MI AMOR, MI AMOR! ¿qué te hisieron? ¿quién fué? dime, que yo les pego, son unos hijos de..

- De su madre Fabián, Dios, tranquilízate, no fue nadie, yo me caí solita y sin ayuda. -mis amigas casi desfallecían de la risa ante la escena.

- ¿Segura? no te creo. Quizás hasta te amenazaron para que no dijieras nada. No puede existir gente hací. Se deverían morir todos esos idiotas.

- ¡FABIÁN! ¡EL ÚNICO IDIOTA A 100 METROS A LA REDONDA ERES TÚ! ¡QUE NO ME HISIERON NADA!, ¿TANTO TE CUESTA ENTENTER ESA SIMPLE FRASE?

- Pe pe perdón.. esque yo.. yo realmente me preocupé.. a a además los rumores tu saben que cambian un poco..

- ¿Qué te dijeron? -dije intrigada. Odio que hablen cosas acerca de mi que no son ciertas.

- Nada.. -su expreción cambio radicalmente de preocupación y odio, a alivio y satisfacción- lo único importante es que estas bien.. bueno medianamente bien y que estás a mi lado..

- No, de verdad me interesa saber que dijeron, adem... -me interrumpió con un enorme beso de esos que no te dejan respirar. Claro que, no duró mucho porque otra de las cosas que odio, esque nos miren.

Al despegarme de él, horrorizada miré hacia donde estaban mis amigas, que ahora, además de ellas, estaba la mitad de la clase, incluida Lucy, entrando. Mierda mierda mierda. Ella solo atinó (con lágrimas saliendo de sus ojos) a correr fuera de la clase antes de que la profesora llegara. Este si que deviera de ser un mal día para ella, y ni hablar para mi, ya que su sufrimiento era también mio, aunque suene exagerado, la comprendía perfectamente. Miré a Fabián, que estaba serio, pero con una chispa de algo que no logré descubrir. ¿Soberbia, triunfo o alegría? pues no lo sé.. solo sé que seguido eso me abrazó y se fué hacia atrás a su mismo puesto de antes. Yo estaba paralizada (si, nuevamente) y tenía pena, desesperación y los nervios de punta, asique Ania me arrastró, literalmente, hacia un banco en el cual nos sentamos las dos.
Y ahora, ¿que debo pensar?

24.7.09

Capítulo 17: Diagnóstico ♥


Fabián salió por la puerta y la cerró silenciosamente, me quedé solá y triste en ese clara habitación, quizás demaciado. Ya no lloraba, aunque tenía toda la cara empapada. Tan solo había un sollozo inconsolable proveniente de mi alma. Todo era tan confuso.. ¿qué iría a pasar? ¿sería tan solo un sueño?

Se abrió la puerta de golpe y me llevé un susto. Miré hacia allí y ví como un señor ya mayor, bastante canoso y regordete entraba medio corriendo. Rápidamente me midió la presión, los latidos y la respiración. Se quedó extrañado mirándome.


- A simple vista no sé que es lo que le ocurre. Requerirá de algunos exámenes. -dijo el doctor a Fabián, que había llegado sigilosamente, haciendo que no me percatara de su presencia.


- Pues entonces haganle los malditos exámenes y todo lo posible para que se mejore, es su trabajo. -dijo Fabián furioso, fuera de si. Me daba un poco de miedo, y me dieron ganas de gritarle algo, para que se tranquilizara, pero no pude.


- Tranquilo, se hará todo lo que está a nuestro alcanze. Haber nena dí 'aah'. -y me puso un palito de helado el la lengua- Mmm.. no puedo decir nada concreto, pero tiene un notorio daño, aunque no sabría indicar las causas. Iré a buscar a la enfermera para los exámenes que sean convenientes y al doctor Marín, otorrinolaringólogo.
El doctor se fué. Fabián se quedó medio estático y muy shockiado. Finalmente se sentó a mi lado y me tomó la mano.

- Aún estás muy helada. ¿Porqué? es todo tan extraño.. ojala que todo salga bien.. -dijo con un tono muy triste.. me desconponía de tan solo escucharlo- bueno creo que viene tu mamá, mejor me voy, si no me agarraré una buena paliza jajaja. -rió sin muchas ganas, yo le sonreí como pude.
Me dió un beso en la frente y cuando estaba apunto de abrir la puerta, alguien la abrió antes y casi le pega un portazo. Era mi madre. Lo fulminó con la mirada y avanzó rápido hasta donde estaba yo.

- Hija. Que te puedo decir, estoy.. un poco.. confundida.. triste, me tengo que espavilar, es como si no reaccionara.. fue todo tan rápido.. bueno, pase lo que pase estaremos todos a tu lado y te cuidaremos lo más que podamos. ¿Ok? apropósito.. no me habías dicho que tenías novio -dijo un tanto molesta- ni siquiera nos lo has presentado. Porqué vas con todo tan rápido ¿eh? es como si te buscaras los problemas.. ¡¿porqué no me contestas, que te ocurre?! -yo solo miraba hacia la ventana.. no me atrevía a mirarla a los ojos.. sentía que me podía atravesar- claro, estando yo tan preocupada por ti, lo único que te pido esque me cuentes que es lo que.... ah.. cierto, cierto. Lo siento, estoy muy aturdida. Según el doctor pasará.


La miré como diciendo "¿encerio?" muy emocionada. Era la mejor noticia que podía esperar. En ese momento las dos volteamos a ver quien entraba por la puerta. Era el mismo doctor de antes, en compañía de una enfermera esbelta y con grandes ojos, llenos de curiosidad. El otro hombre, que deviera de ser el tal doctor Marín, era delgado y con la cara avejentada, pelo casi blanco y una cara muy arrugada, acompañada de unos ojos con mucho sufrimiento de color celestes cielo, de esos casi transparentes.


- Vamos a ver, pequeña. -Miró a mi madre con cara de "es mejor que nos deje a solas" y ella se fué, con cara de angustia. El me examinó, normalmente y escribió algunas cosas en un cuaderno que traía consigo- bueno, creo que habrá que hacerle un examen completo, suministrarle -escribió unas lineas en otra hoja, la arrancó y se la entregó al otro doctor, del cual aún desconocía su nombre o apellido- estos medicamentos. Será mejor que tome reposo durante algunos días, por lo menos hasta que esté claro el diagnóstico. Bueno puede proseguir, enfermera Compton. Doctor, ¿me acompaña un momento?

- Claro Damián. -con que se llamaba Damián Marín, pero tenía más curiosidad de saber como se llamaba el hombre regordete, me inspiraba confianza.


Ellos abandonáron la habitación. Y la enfermera comensó a urgar unas cosas encima de un mesa dandome la espalda, por lo que no podía ver que era lo que hacía. La verdad es que ya me sentía mejor, con el puro hecho de que me mejoraría. Quería que me hisieran los exámenes rápido para poder estar más con Fabián.


- Señorita, ¿me facilita su brazo izquiero por favor? -me dijo amablemente, mientras sostenía una horrible y gigantesca jeringa en su mano.

Yo me imaginaba una prueba de ADN o que se yo, en la que me cortaran una uña o me sacaran un poco de cabello. ¿Pero sangre? no, por favor. Le tenía pavor a dos cosas. Bueno a muchas, pero a dos principamente. A los caballos, y a las jeringas. Quería gritar o decirle que no, que no podía. Pero ella ya tenía mi brazo en su poder y estaba apunto de comenzar a succionar sangre.

La sangre no me parecía asquerosa, de hecho, me daba igual. Lo que me pasaba, era con la agujas, y la sensación de como la sangre se te va yendo por ahí, y se almazena en ese frasquito. Era horrible.


De pronto sentí un mareo, ganas de cerrar los ojos, y vomitar. Me iva a desmallar. Me había pasado toda la vida, con cualquier aguja, y más con jeringas. Miraba como a sangre iva subiendo, hasta que todo comenzó a ser borroso, la respiración disminuyó, y por fin, me desmallé, como esperaba.
Malditas agujas.

12.7.09

Capítulo 16: Despertando ♥


De un vacío total, volví a la vida, como si de una resurrección se tratara. Estaba totalmente desorientada. ¿Quién era, dónde estaba, que había ocurrido? al menos recordaba que era humana. Aunque ya había recuperado la conciensia, aún no lograba recordar nada.

Al fondo, se escuchaba un llanto melancólico, proveniente de una mujer dévil, y una voz grave y firme intentando consolarla. Sentía frío, mucho. Pero en mi vientre, sentía una calidez que me llenaba de vitalidad. Agudizé mis sentidos, los cuales por suerte había recuperado. Primero la audición, como agradecía volver a tenerla, ese zumbido era desmoronador. Logré escuchar con más presición el llanto y la voz, también cosas nuevas. Escuché pasos, un murmullo que provenía muy de lejos, y una respiración cercana muy acompasada y tranquila. Agudizé el tacto, mis manos estaban al costado de mi cuerpo, yo estaba acostada ensima de algo suave y blando. Una cama, y probablemente de hospital, porque también pude sentir la aguja que tenía en el brazo, lo cual seguramente sería el suero. Por último agudizé el olfato. No me equivocaba, estaba en un hospital, ya saben, su olor es muy característico.

Volví a inhalar con más fuerza que antes, y me llevé una sorpresa de otro mundo. A través de esa respiración se me vinieron tantos recuerdos de golpe, que quize volver a dormir. Era mucha información como para un solo segundo. Pero por lo menos, recordaba. Uno de mis miedos más grandes era quedarme sin memoria en algún momento de mi vida. Quería abrir los ojos, pero tenía miedo. Aún tenía un escalosfrío eterno en mi columna, y seguía entumida. Me sentía frágil y sola, aunque sabía que no lo estaba.

Finalmente, luego de algunos minutos de meditación, decidí abrirlos, lentamente. Por entre mis pestañas, pude ver mucha claridad, y todo de blanco. Ahora lo tenía más que confirmado, estaba en un hospital, hospitalizada. Subí un poco más mis párpados y pude ver a Fabián sentado en una silla, con su cabeza recostada en mi estómago durmiendo con su carita de ángel. Estaba en polera, no sé como no tenía frío, yo sentía que estaba en la Antártica. Los abrí completamente. Miré hacia todas partes, no había nadie más en la sala. Después de un rato, logré acostumbrar la vista, ya que cuando resién los abrí, veía todo un poco borroso. Quería probar mi último sentido, el habla. Ya había confirmado que todos los demás estaban en perfecto estado, y supusé que este último también lo estaría, pero solo por curiosidad, quizé pronunciar algo.

Mil lágrimas comensaron a salir de mis ojos. No funcionaba. No lo podía creer, estaba perdida. ¿Qué iva a hacer yo, sin poder hablar? tendría que ir a una escuela especial para mudos. No le podría volver a decir "te amo" a Fabián, ni a mi madre. No podría dar los buenos días. Esto era malo, pero muy malo. Además, con lo frágil que estaba, y con el frío que tenía, me sentía próxima a la muerte, como si una enfermedad mortal estubiera a punto de desacerse de mi.

- Mmmm.. ñaarrtzzzz.. -murmulló Fabián entre sueños, moviéndo un poco la cabeza.

Abrió los ojos, y se quedó mirando al vacío un momento, como recordando donde estaba y porque estaba aquí. Se espabiló en unos segundos y se sentó. No me miró hasta despues de bostezar y estirarse. Yo miraba la ventana. ¿Qué podía decirle?

Se quedó mirandome por unos segundos, sin saber que decir. Finalmente, no muy decidido, me dijo:

- ¿Porqué lloras?

* Silencio por parte mia *

- Vamos, no quiero ser grosero, pero me tienes muy nervioso, estas hace tres días en coma, y pensé que al despertarte te alegraría verme a tu lado. Estoy muy preocupado. Aunque allas dormido por tantos días, y tengas suministrados suficientes nutrientes, no se te quitan las ojeras ni la palidez. Temperaron esta sala especialmente para ti a 32º C, y aun así, sigues helada. No me miras y además eres un mar de lágrimas. ¿Me quieres decir que rayos pasa? Tu papá ya no sabe que decirle a tu mamá para tranquilizarla. -dijo intranquilo.

En ese momento lo miré de una forma indescriptible. Le quería explicar todo con la mirada, y a la vez darle a entender mi enojo. Me dolía que pensaran que Cris fuera mi papá. Mejor callar que meter la pata.

- ¿No me vas a hablar? -repuso con cierta ira, la cual era injustificable.

Se me salieron aún más lágrimas pero esta vez, sentí una verguënza enorme. Me tapé la cara con las manos. Me destapé y le intenté hablar, pero parecía tonta, no me salían las palabras. El solo me miraba con sufrimiento, no le puedo culpar, no entendía nada. Al final, me las arreglé para pedirle que me diera un lápiz y un papel. Por suerte venía del colegio y estaba con su bolso.

Y le escribí:
Mi amor, no quiero que grites y te espantes. Pero, me he quedado muda. No puedo decir nada. No comprendo nada tampoco. Cuando recién me desperté tampoco recordaba nada, pero los recuerdos de pronto vinieron a mi, por suerte. Yo tampoco sé porque tengo tanto frío, pero creeme que no lo hago apropósito. Lamento no poder volverte a decir nunca más te amo, pero quiero que sepas que es así.

Mientras lo escribía, seguía llorando, por supuesto, y la hoja, devo agregar, quedo con muchas gotas. Él intentaba leer algo mientras escribía, pero yo quería que lo leyera todo de corrido. Se lo entregué, no sin cierta resignación, e intenté tranquilizarme.

Él solo se quedo en silencio, asimilando. Abrío la boca intentándo decir algo, pero al parecer no sabía que era lo correcto.

- Voy a buscar al médico. -dijo sumamente serio. Se paró y se dió vuelta, dirigiendose a la puerta. Antes de llegar a ella, se detubo, y volvió casi corriendo hasta mi, y me abrazó, como pudo, ya que yo estaba acostada en esa horrenda cama.

- Te amo y no lo olvides, no importa lo que pase, saldrás adelante y yo estaré a tu lado todo el tiempo que sea necesario. -dijo con la voz llorosa, y luego volvio hacia la puerta.

En la fracción de segundo que duró en darse vuelta, alcanzé a ver un brillo en su mejilla.
¿Una lágrima?

10.7.09

Capítulo 15: Lo inesperado ♥


Las siguientes clases pasaron rápido, o lento, en realidad no lo sé. Estube como fuera de tiempo. Además, ni sueñes con que podía concentrarme, tenía esa sensación de cuando alguien clava su mirada en tu espalda, y era obvio que era Fabián. No me atreví en ningún momento ha mirarle. Tenía pavor, no se de qué, pero lo tenía. Para suerte mía los profesores con los que me tocaba no me prestaron atención en ningún minuto. Era como si me hubiera esfumado, porque ni siquiera Ania me hablaba.

Al final, lo único que me hiso espavilarme fue esa insistente campana, que te remueve entera cada vez que suena. Ya había llegado la hora de irse a casa. ¿A casa? no. No quería ver a mi madre. ¿A dónde me iva? con Ania no, porque es muy poco paciente, y querría que le explicase todo, y yo no quiero pronunciar palabra alguna. Al fin y al cabo, cuando terminé de guardar mis cosas en mi mochila y estaba lista para salir y dirigirme a mi nuevo destino (el cuál no tenía idea de cual iva a ser) me encaminé hacie la puerta. Me parecía extraño que nadie me hablase.

Entonces me dí cuenta. Hace ya horas, que escuchaba un leve zumbido, no escuchaba las conversaciones, solo un zumbido como cuando estas en el centro comercial y hay tantas personas, que no puedes escuchar alguna conversación determinada, porque todas se mezclan en una sola. Eso mismo me pasaba. Al darme cuenta, ese zumbido poco a poco fue desapareciéndo y quedó todo en profundo silencio. No miraba otra cosa si no el suelo hacia varios pasos ya, y por el cemento sobre el cual me encontraba supuse que estaría saliendo del colegio ya. Levanté la mirada, y me dí vuelta, horrorizada. ¿Qué era todo esto? estaba atormentada. Me encontré con la mirada de mi amado, me mirada con profunda preocupación.

Estaba a tan solo unos pasos, quieto y paciente, el sabía que algo me pasaba. De repente sentí como las ojeras se me marcaron y los párpados me pesaban más de lo normal. Pero una extraña intuición, que iva en contra de mi voluntad, no me dejaba cerrar los ojos. Se me comensó a nublar la vista, como cuando estás viendo a través de un vidrio y este se empapa de vapor, así veía en ese momento. Pero aún así, podía distinguir la silueta de Fabián. Quería gritar de horror, la sensación que tenía era inexplicable. No era de dolor, esto iva más allá. Pero mis cuerdas vocales me traicionáron. No funcionaban.

En un intento de salvarme de este suceso, totalmente desconocido para mi, corrí en su dirección. Antes de que mis piernas me fallaran, al igual que el habla, la vista y la audición. Me apróxime lo bastante como para poder abalanzarme, pero no alcanzé. En ese momento mis piernas no reaccionaron y me caí al vacío, pues para mi todo ya era borroso y sin sentido. Pero sus brazos, esos fuertes brazos, me agarraron y me estrecharon, y sentí la calidez de su pecho en mi mejilla. Y pude aspirar su delicioso aroma antes de que me fallara mi cuarto sentido, el olfato. Entonces no olí más, y tampoco sentí nada, tan solo como algo me consumió totalmente, dejando que cayera eternamente en el frío abismo, entumecida, ciega y sordamuda.
Inerte e inexistente.

2.7.09

Capítulo 14: La herida ♥


Ahí estaba Lucy, con los ojos llorosos y con una cara indescriptible. No sabía que pensar. Si yo era la mala que le había arrebatado todas sus esperanzas e iluciones, o yo solo era la persona que haría que ella entendiera que tenía que continuar con su vida y no estancarse en el pasado. Y no lo pude evitar, me dio muchísima pena.

Entonces, nuestras miradas se cruzaron. Era lo último que quería. No supe interpretar su mirada, tenía rencor y rabia, si que si, pero no era lo único. Fueron unos cuantos segundos, enseguida desapareció entre la multitud de estudiantes. Me quede media paralizada, y en estando entremedio de la multitud, valla porrazo que tube al caer ante unos cuantos empujones. Como es natural, no reaccionaba, aunque instantes después el dolor me hizo reaccionar con un grito que espantaría hasta a un fantasma. Claro que, el bullicio era tal, que apenas se escuchó. Ania y sus amigas, que ya empezaban a ser amigas mias también, corrieron a ayudarme.

Yo solo me logré sentar y me frotaba la pantorrilla. Me dolía mucho. Entre todas intentaron pararme, pero me dolía demaciado como para mantenerme en pie. Poco a poco la gente al rededor ya había vuelta a clases, a exepción de mis amigas. Como ellas no conseguían nada,
Caro fué a buscar al profesor de educación física. Al los pocos minutos llegaron.

- Valla, te has dado un buen golpe, ¿no? -me dijo el profesor con cara de angustia, al tiempo que se agachaba para poder examinarme.

- Ni me lo diga, profesor. -repliqué con las lagrimas apunto de salir, y con cara de sufrimiento. Que ironía, ahora la que lloraba era yo.

- Chicas vuelvan a su clase. Esto no es un espectáculo. -les dijo el profesor a mis amigas, las cuales se fueron cabizbajas, diciendo algún que otro reclamo.

- Vamos a ver.. ¡uff! -En ese momento me bajó el calcetín de la piernas izquierda, que me llegaban casi hasta la rodilla.

- Eso se ve feo.

- Vamos a enfermería para que te pongan algo.

Tenía una herida no de esas menores, de hecho, se me había manchado el calzetín con sangre. Estaba en medio de la pantorrila, se veía horrible. Además, me dolía demaciado. La enfermera me la limpió, desinfectó y vendó. Me dijo que cicatrizaría en dos semanas más o menos.

¡¡DOS SEMANAS!! que tortura. No podría usar más shorts ni faldas, a menos que quisiera mostrar mi "sexy" herida. Me dió una píldora para el dolor, y un té para que me serenara. Estaba muy irritada a decir verdad. Tube que esperar hasta la siguiente hora de clases en ese horrible lugar, ya saben, lleno de vendas, parches, y un olor.. no lo sé. Mezcla de sangre y desinfectante para pisos. Realmente horrible. Mi primera visita a la enfermería antes de que se cumpliera siquiera una semana se clases. Si que soy especial.

Al fin termino esa incesante hora y pude salir de allí, no sin cierta dificultad, aunque ya estaba mucho mejor. En el camino hacia mi sala (no tenía ganas de pasar el recreo afuera de la temperada y tranquila sala) me cruzé con varias caras que me miraron de pies a cabeza, y se centraron en la horrible venda que llevaba. Ponían cara de "pobrecilla, que torpe es" me ponían de los nervios. Cuando llegué a mi destino, me esperaban mis amigas allí y alguien más. Se imaginan quién, ¿o no?

- ¡MI AMOR, MI AMOR! ¿qué te hisieron? ¿quién fué? dime, que yo les pego, son unos hijos de..

- De su madre Fabián, Dios, tranquilízate, no fue nadie, yo me caí solita y sin ayuda. -mis amigas casi desfallecían de la risa ante la escena.

- ¿Segura? no te creo. Quizás hasta te amenazaron para que no dijieras nada. No puede existir gente hací. Se deverían morir todos esos idiotas.

- ¡FABIÁN! ¡EL ÚNICO IDIOTA A 100 METROS A LA REDONDA ERES TÚ! ¡QUE NO ME HISIERON NADA!, ¿TANTO TE CUESTA ENTENTER ESA SIMPLE FRASE?

- Pe pe perdón.. esque yo.. yo realmente me preocupé.. a a además los rumores tu saben que cambian un poco..

- ¿Qué te dijeron? -dije intrigada. Odio que hablen cosas acerca de mi que no son ciertas.

- Nada.. -su expreción cambio radicalmente de preocupación y odio, a alivio y satisfacción- lo único importante es que estas bien.. bueno medianamente bien y que estás a mi lado..

- No, de verdad me interesa saber que dijeron, adem... -me interrumpió con un enorme beso de esos que no te dejan respirar. Claro que, no duró mucho porque otra de las cosas que odio, esque nos miren.

Al despegarme de él, horrorizada miré hacia donde estaban mis amigas, que ahora, además de ellas, estaba la mitad de la clase, incluida Lucy, entrando. Mierda mierda mierda. Ella solo atinó (con lágrimas saliendo de sus ojos) a correr fuera de la clase antes de que la profesora llegara. Este si que deviera de ser un mal día para ella, y ni hablar para mi, ya que su sufrimiento era también mio, aunque suene exagerado, la comprendía perfectamente. Miré a Fabián, que estaba serio, pero con una chispa de algo que no logré descubrir. ¿Soberbia, triunfo o alegría? pues no lo sé.. solo sé que seguido eso me abrazó y se fué hacia atrás a su mismo puesto de antes. Yo estaba paralizada (si, nuevamente) y tenía pena, desesperación y los nervios de punta, asique Ania me arrastró, literalmente, hacia un banco en el cual nos sentamos las dos.
Y ahora, ¿que debo pensar?