Capítulo 22: Decisión ♥
¿Sería verdad? Nunca fui muy supersticiosa... pero esto, realmente, me dejaba helada. Además... concordaba tan perfectamente, que daban ganas de vomitar de tan solo pensarlo. Pero, ¿qué había ocurrido que no me habían matado en el primer instante? ¿Acaso cuando me tiré en los brazos de Fabián ellas se espantaron por el amor que emanábamos? Ojalá fuera así, ojalá que se tratase de amor verdadero. Ojalá.
Hasta el momento, no había sentido nada extraño, a excepción de los constantes escalofríos causados por el miedo y la pesadilla de hace un par de noches. Aún así, a pesar de todo el miedo que sentía, se me partía el corazón al sentir que exponía a Fabián a semejante peligro. Sabía que no podía contarle nada, porque me tomaría como loca. ¿Y que sacaba yo con seguir cerca de él? ¿Acaso quería que lo matasen? No, no y no. Fue mi sentencia. Era lo que menos quería en este mundo, pero, para poder lograrlo, tendría que apartarme de él. ¿Podría hacerlo?
Eran demasiadas preguntas en mi mente. Apagué la tenue luz y me tapé la cara con la almohada. Estaba fatigada y muy tupida. Así no podía pensar muy bien, menos razonar ni sincerarme conmigo misma, realmente no sabía que hacer. Preferí intentar dormir un rato antes de que amaneciera.
Aunque bastante turbada, lo logré. Cuando me despertaron por la mañana, me sentía como un zombi, y era tal mi estupidez soñolientamente matutina, que no me percaté en un principio de porque estaba ahí ni que había pasado.
- Vístete rápido, que te paso a dejar a la casa y yo me tengo que ir al trabajo corriendo. –dijo mi madre, la cual había estado 5 minutos intentando despertarme.
- Ya voy... –dije casi inaudiblemente.
Estaba nublado. El aire era tibio, sin embargo había tristeza en el aire. Los colores ya no reflejaban ese cálido resto que quedaba del verano, si no que acompasaban el ambiente con melancolía y palidez. El otoño ya se había instalado definitivamente.
Algunas cuadras más allá se escuchaba al océano Pacífico rugir, con sus estrepitosas olas chocando contra las rocas. Pero para mí, eso era muy banal como para prestarle mayor atención. Tendría que ir a clases de todos modos, por obligación de mi madre. Ya había perdido muchos días de educación fundamental, dijo ella. Aunque ya era tarde para llegar a la hora correcta, tendría que llegar con el justificativo de mi madre al primer recreo. Si o si. Odiaba la obstinación de mi madre. Intenté hacerme la enferma, pero no dio resultados. Todos sabíamos que fue una gran exageración. Apenas me dolía un poco la garganta ahora. Aunque yo sabía que en el fondo todo era distinto. Pero no podía involucrar en esto a los demás.
Cuando me bajé del auto afuera de mi casa, mi madre se fue al instante, casi sin despedirse. Llegaría tarde si no. Entré latosamente, arrastrando los pies. Hace varios días que no estaba allí, y me dio un montón de nostalgia... y... no se que otro sentimiento, pero estaba allí; en el centro de mi pecho. Era como si esta vez fuese una de las últimas veces que estuviera allí. No le creí a mi percepción femenina, y traté de ignorarla en la ducha; tan solo me concentraba en respirar y masajear mi cabeza con el shampoo. Fue allí donde me acordé (al ver mi pierna) de la herida de la otra vez. Estaba bastante bien, pero aún así, tendría por largos años una cicatriz muy fea.
Al poco rato salí y me vestí con el uniforme, y apenas estuve lista me sequé el pelo, arreglé mi mochila y partí. No tenía hambre, lo único que en lo que pensaba era en el futuro. De a poco lo iba aceptando. Aunque doliese. Era un poco fastidioso llegar al recreo, pues todo estaba como locos, y uno llegaba recién despertando, o algo así. La cosa, es que era incómodo. Además, todos te quedaban mirando con la cara tipo: ¿Estuvieron entretenidas las vacaciones?, obviamente, eso era irónico, y daba mucha mas rabia, porque la mayoría no se entera de que uno estuvo grave, o apunto de morir.
Sin prestar mucha atención a los demás, me dirigí a mi sala de clases, le entregué el justificativo a la profesora. Ella lo aceptó sin reprochar y me indicó que me sentara, que pronto empezaría la clase de lengua castellana. Cuando me dí vuelta, de forma lenta, casi dramática, como quién no quiere la cosa, lo vi. No lo veía hace dos días nada más, pero bastó tan solo eso para sentir un vacío dentro de mi pecho. Estaba tan preocupada por lo de las viudas negras, que no tuve mucho tiempo para fijarme en ese “detalle”. Pero ahora que lo veía, me sentía viva de nuevo, con una llamarada dentro, sentía que podía lograr escalar el Everest en 5 minutos, y por sobre todo, me sentía tan protegida, que las viudas negras parecían una estupidez cuando él estaba cerca.
Apreté los ojos y los puños. Me mordí el labio y me dio una puntada en el pecho. No. No podía dejar que lo matasen. Ya había tomado la decisión. Aunque siguiéramos viéndonos en clase y aunque nos prestáramos sacapuntas y cosas así, en cierto modo yo ya no estaría cerca de él, y suponiendo que fueran comprensivas, se darían cuenta que ya lo dejé. No podía exponerlo a tal peligro. Aunque para mi fue eterno ese momento de introspección, debieron de haber pasado 2 segundos. Me relajé corporalmente para no llamar la atención y, con la boca entre abierta miré embobada a Fabián, quien estaba en su mismo puesto de siempre indiferente a mi llegada, hablando animadamente con Milo, sin percatarse del vacío que sentía dentro. Me costaba creer que me afectara tanto una persona que conocía hace tan poco. Pero así era, y sería mejor que se terminara lo antes posible.
En ese momento entraron mis amigas, con la cara de quien esta fastidiado por que se termina el recreo. Ni siquiera me percaté de cuando sonó la campana, pero así fue. Al verme, Ania corrió dando saltitos y grititos de emoción, con los ojos desorbitados, a abrazarme y llenarme de besos en las cara. Las otras la siguieron, pero fueron un poco más reservadas, ya que aún no habíamos entablado una relación más cercana. Aún así se alegraron mucho de verme en perfecto estado, aunque se rieron un montón de mi voz ronca. Me uní a sus risas. Hace varios días que no me reía. Era dulce, una sensación única, que te llenaba de alegría. Se parecía a los besos de Fabián.
Me derrumbé por dentro y me dieron ganas de llorar, pero aún así, me controlé. Aparenté indiferencia ante mi colapso interior. No quería preocupar a nadie más por alguna otra cosa. Con la llegada de mis amigas y su escenita, todos los de la clase se voltearon a ver, ya que llamó la atención, e incluso algunos se pararon a recibirme. Pero él no. No concordaba esto. Estaba indiferente. Milo se había parado a saludarme, así que se Fabián había quedado sin nadie con quien conversar. Aunque se volteó hacia delante, miraba al techo, indiferente, como si nada ocurriera. Como si la chica a la que le había prometido el mundo no estuviera a unos metros delante de él. Como si la hubiese dejado de amar.
¡Hola, hola! ¿Qué tal? espero que les guste el capítulo. No crean que se va a quedar así :O ya ván a ver ^^ y bueno.. disculparme por abandonarlos durante enero, lo que pasa es que por la vacaciones me fuí a mi campo, y pues allí no tenía internet ni nada. Aún sigo de vacaciones, pero estoy en una cabañita donde si tengo internet :) asique apenas pueda postearé de nuevo, yo creo que la semana que viene. Apropósito, ¡¡103 seguidores!! ¡woooow! gracias chicas (y chicos) por seguirme, y leer mi historia. ¡¡Muchos besos!!
→ Nicole ♥♫
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Capítulo 21: Leyenda ♥
Con un movimiento de cabeza brusco me centré en el presente. Abrí el libro con delicadeza. La tapa era café, y con bordes como de ramas. Olía a viejo. En el centro titulaba “Criaturas mitológicas y leyendas de Grecia” y abajo ponía editorial minotauro. Muy a juego.
Tenía algo así como 120 páginas. Era muy sencillo. En el índice salían muchas cosas, tipo: “Abante”, Arpías”, “Basilisco”, “Centauros”, “Cíclopes”, “El dragón de Cólquida”, “Hidra de Lerna”, “Hipocampo”, “Janto y Balío”, “León de Nemea”, “Medusa”, “Minotauro”, “Ortro”, “Pegaso”, “Las sirenas y su canto”, “Zorra Teumesia”, “Las yeguas de Diómedes”, “Toro de Creta”, “Telquines” y muchas más descripciones, sus historias y leyendas. Además, incluía una guía completa sobre los dioses Griegos.
De casi todas me habían contando historias, o en algún sitio había oído la leyenda. Eran muy interesantes. Pero, después de ojear algunas cosas sospechosas, me centré en lo que más me llamaba la atención.
Quede paralizada con la descripción. Todo cuadraba.
Esa noche no dormí. O quizá si. No lo sé. Tenía mucho miedo como para darme cuenta si dormía, soñaba o miraba a la oscuridad sumida en mis pensamientos. ¿Porqué me habían elegido a mi, entre millones de personas en el mundo?, o, ¿Por qué cuando recién empezaba a tener esos sentimientos?, o mejor aún, ¿Porqué tenía que ser mujer? Ahora que lo pensaba, era más odioso de lo que creí siempre. Tener el periodo, la celulitis, las estrías y la depilación nunca habían sido preocupaciones para mí. Pero, sumándole esto, era mil veces peor.
Los exámenes delataron que tenía una anemia leve, por eso el desmayo. Y una gripe de otoño. Nada más. Pero yo sabía que no era así. Podría haberme ido hoy, pero prefería esperar a mañana, porque hoy no me podía venir a recoger mi madre, y no me quería exponer a ningún riesgo caminando por ahí en estas condiciones. De solo pensarlo se me ponían los pelos de punta. Le asentí fríamente a la enfermera cuando me vino a dar los resultados. Ella le restó importancia, y se marchó tarareando alegremente una canción desconocida para mí.
Fabián nunca llegó. Ni un mensaje, ni una llamada. No me animé a llamarlo. No sabía que era lo que pasaba, seguro que tenía sus razones. Más bien; me daba miedo seguir acercándome a él. Pero era inevitable.
Todo me daba vueltas. Tal vez tan solo había sido una horrible pesadilla. Tanteé con desesperado frenetismo la mesilla de noche que estaba a mi lado, en busca del interruptor de la lámpara. Todo era silencio. Volví a tomar con delicadeza el libro, y abrí el índice, buscando con morbosidad el título que necesitaba. Ansiaba que hubiera sido una equivocación mía, una alucinación de la fiebre. Pero allí estaba, intacto, casi alegre, impreso en aquella página color amarillo desgastado.
Con un gesto de amargura, y con el estómago en la garganta, me decidí a comprobar lo incierto. A manipular mi cordura. Abrí la página 63.
“Kαταραμένος χήρες (Viudas malditas):
Su nombre se remonta hace más de 100 generaciones atrás, cuando en las proximidades de Atenas solía existir un pequeño pueblo, del que se dice, su nombre era “Frustración Celestial”. De aquel pueblo, tan solo quedan ruinas actualmente.
La leyenda se basa en un grupo de vecinas que solían tararear alegremente mientras tejían al calor del fuego en sus casas, a la espera de sus maridos.
Pero cuando a uno de aquellos hombres, se le fue la mano con las copas, y volvió tatuado de besos rojo carmín, la camisa desbotonada, y hablando estupideces, las mujeres lo comprendieron todo, y comenzaron a maquinar su plan: ciegas de ira, dolor e impotencia.
Uno a uno, los infieles maridos fueron desapareciendo. Todos lamentaban su pérdida, el pueblo estaba triste por su marcha misteriosa y sin sentido. Cuando, 3 años después, las 5 vecinas estaban viudas, y todos sospechaban a escondidas de su falso sufrimiento y de sus malvadas lágrimas, desaparecieron, sin dejar ningún rastro.
Se dice que los dioses convocaron sus espíritus, y los mandaron a las tinieblas, vagando por la oscuridad, en medio de la podredumbre, dejando a sus cuerpos podrirse en el campo abierto, en aquella pradera en medio del bosque, en la que ningún hombre había pisado jamás sino 70 años después, donde se supone, hallaron los huesos.
Cuando cumplieron su condena de sufrimiento, y les tenían un lugar en donde podrían descansar en paz, ellas no lo aceptaron, y huyeron despavoridas, tanteando todo con sus deformes manos, porque los ojos ya no le respondían ante la luz.
Desde ese entonces, vagan por el mundo entero, buscando a todos los infieles, y llevándose a las mujeres con ellas, para reclutarlas y hacer que dejen a los miserables sin su amor, porque no se lo merecen. La mayoría de las veces, se equivocan, matando a muchas mujeres tan solo por celos insanos, ya que ellas nunca recibieron aquel amor correspondido del que las otras gozaban.
Una vez que localizan a su víctima, no la dejan en paz. Le van quitando de a poco la energía, la dejan ciega, muda o sorda. Van de a poco, haciendo sufrir, para que se den cuenta de su error. Casi siempre las historias acaban con algún muerto, ya sea la mujer, o el infiel, dependiendo del caso y de cuantos celos sientan las viudas. La única solución es dejarse llevar, o luchar por el amor verdadero. Pero si este no es correspondido, habrá que abstenerse a las consecuencias, pues el poder de las viudas sin nombre es más poderoso que el de un simple mortal, pero sin embargo más frágil que una hormiga en comparación al amor verdadero, aquel del que ellas jamás serán cómplices.”
¡Tantas lunas! bueno les escribo porque les quería hacer una pregunta.. yo sé que no puedo pedir mucho, porque soy bastante irresponsable y todo eso. Pero aún así, ¿porqué ya no comentan? es decir, antes tenía muchos más comentarios y ahora a lo mucho 3 o 5, ¡o incluso menos! y quisiera saber si es porque les da flojera escribirme algo o es que ya no les gusta como está mi historia. Me gustaría saber, para quizás tomar otro rumbo. Lo curioso es que todos los días tengo bastantes visitas, pero comentarios, ninguno. Entonces eso. Pedirles que si les gusta, me comenten, aunque sea un "Me gustó mucho el capítulo" y si no, también, díganme en que puedo mejorar. Besos, y ¡ojala hayan disfrutado este capítulo! :)
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Capítulo 20: Recuerdos ♥
El sol matutino a través de la ventana me despertó cálidamente. No sabía exactamente desde cuando, pero ya no sentía ese frío invernal, que no se me quitaba con nada. Lo más probable es que tuviera que ver con esa maldita sombra, aun que los doctores dirían que eran efectos secundarios de la fiebre. En realidad, no me importaba mucho lo que ellos pensaran, yo sabía realmente lo que me pasaba y lo que no, ellos tan solo suponían. Daba igual. De aquel aterrador día, apenas recordaba. Tan solo el dolor, y toda la impotencia que sentía. Pero de haber visto algo, estoy segura que lo recordaría, y no vi nada. Retorcí mi cerebro en busca de alguna sombra en mi recuerdo antes de quedar inconsciente, pero no encontré nada. Era bastante extraño. Quizás no era visible a la luz del día, quizás estaba detrás de mí y por eso Fabián me miraba de esa forma cuando corrí hacia él. Era todo tan confuso.
Me sacó de mi cavilaciones el sordo movimiento de de la puerta, al abrirse lentamente, como cuando lo hacen para no despertar a las personas. Entró mi madre con la lengua afuera, concentrada, mirando sus pies, los cuales estaban en puntitas, vigilando que no hicieran ruido. Llevaba traje de oficina y unos tacones gigantes, un bolso en el brazo y en mano, una bolsa que no paraba de crujir con cualquier leve movimiento. Me dio la espalda y cerró la puerta delicadamente.
- Hola mamá. –la saludé.
Salto como un metro y de la bolsa salieron algunos papeles volando. Profirió un gritito de desesperación, y finalmente, recuperando la compostura, dijo:
- Me asustaste, pequeña. Juraría que dormías. ¿Tan temprano y despierta?
- Bueno en realidad, acabo de despertar hace un instante.
- De todas formas es temprano. Luces cansada, quizás deberías dormir más.
- He dormido cerca de 12 horas mamá, las píldoras dan mucho sueño, y además, el aburrimiento cansa. Me dormí muy temprano ayer.
- Vaya, eso está bien. Bueno, aproveché de venir antes de irme al trabajo, te traje ese libro raro de la mitología y toda esa estupidez. No sabía que tu nuevo hobby es la historia de Grecia.
- No es mi nuevo hobby, tan solo aprovecho mi tiempo postrada como si fuera inútil investigando para un trabajo para la próxima semana. –mentí rápidamente. No quería sospechas de ningún tipo. Se quedó pasmada.
- Parece que los 16 han hecho que evoluciones, pequeño chimpancé. Pensé que serías una eterna adolescente irresponsable e inmadura. Bueno, no me confiaré del todo, pero me alegro que madurez un poco.
- Creo que deberías irte, se te hace tarde. –dije avergonzada, recordando todas las locuras que hice cuando vivíamos aun en Santiago. Ella me tenía etiquetada como bomba atómica anti colegio-responsabilidad-deberes. La verdad es que exageraba un poco, pero ella temía que en cualquier momento llegara con la noticia de que me habían expulsado, sancionado, puesto una mala nota o castigado.
- Tienes razón, me voy. Te quiero. –dijo ella, repentinamente nerviosa, y se despidió con la mano.
- Que tengas un buen día.
- ¡Igual! –gritó ella a unos metros de distancia.
Adoraba a mi madre. Aunque no compartía la misma opinión en muchos aspectos, nos llevábamos bastante bien. Éramos prácticamente iguales, excepto que yo no había heredado aquella cualidad de guardar rencor infinitamente. O tal vez aún no la había descubierto.
Enfoqué mi memoria años atrás.
- Vaya, que guapa estás, corazón. ¿Por qué no nos vamos a la pieza? –decía el hombre, borracho y tambaleándose, en el portal de un casa en Santiago, cuando Samantha tenía apenas 7 años. Recibe una cachetada por parte de Ágatha, la cual lucía hermosa, con un vestido de fiesta plateado, y muy bien peinada.
- ¡Imbécil! Te prometí que podrías venir para navidad, a celebrarlo con nosotras, pero siempre lo arruinas todo. Pensé que podrías seguir siendo el padre de mi hija, aunque ya no estemos juntos y no me des dinero para cuidar de Sam. Me las he tenido que arreglar yo sola durante estos últimos años, y aún así he dejado que la vieras. ¿Sabes porqué? Porque aún te tenía un poco de confianza. No puedo creer que le hagas esto a ella, que te esperaba tan ilusionada. ¡Te tenía un regalo y todo, cerdo asqueroso!
- No seas así, Agui, ya sabes que yo te quiero mucho...-la intenta besar, pero ella se aparta bruscamente y le da otra cachetada.
- ¡Apártate, no te quiero volver a ver más! Lo único que traes es desgracia por donde vas ¡Déjanos en paz!
- ¿Crees que eres capaz de echarme de mi propia casa?
- ¿Tú casa, tu casa? –rió sin ganas Ágatha- A este lugar ya no perteneces, y ella tampoco te pertenece. Aléjate de nuestras vidas, ¡te odio, Miguel, te odio! ¡Mira lo infeliz que la haces! –dijo mientras indicaba a una niña de hermosas mejillas sonrosadas, y unos ojos turquesa rojos de tanto llorar.
- ¡Paapapa Papá! –sollozó la pequeña
- ¡Sami, ven con tu papito, a quien quieres mucho! ¿o prefieres que darte con la bruja, que no quiere que nos veamos? –murmuró, mientras se tambaleaba y se reía, atragantado en su hipo.
La pequeña dudó, pero no lo suficiente, pues Ágatha interrumpió.
- Él no te quiere, Samantha, sabes que yo hago lo mejor para ti. –no dejo contestar a la niña, y siguió- ¡Ahora vete! ¡No te quiero volver a ver en la maldita vida!
Cerró de un portazo la puerta en la nariz de Miguel, mientras este se alejaba gritando: ¡Ya verás Ágatha! Esto no se quedará así.
Volví a la realidad. Estaba muy absorta en aquel recuerdo, que recordaba con lujo de detalles. Había sido un 24 de diciembre, e íbamos a celebrar la navidad con mi papá, el cual hace mucho que no veía. Él no acostumbraba a pasarse por casa.
Desde ese día, nunca más volvió a aparecer. Pasaron años antes de que a mi madre se le pasara el miedo de que viniera por mi, o que la demandara para quedarse él con la custodia. Luego se le pasó, ya que no había indicios de que apareciera. De todas formas, nos mudamos a otra comuna, a mi me cambio de colegio (donde conocí a mis mejores amigos de siempre) y ella cambió de teléfono, por la dudas.
Era el último recuerdo que tenía de mi papá. Añoraba que no estuviera muerto, y que ahora tuviera costumbres sanas, y no tantos vicios. Soñaba con que, algún día, me lo encontrase, y pudiéramos seguir siendo una familia feliz. Pero era muy obvio que eso no resultaría. Lo más probable es que al día siguiente de la discusión, se halla embarcado con uno de sus amigos, rumbo a quien sabe donde. Ese era su estilo. Aunque ya habían pasado 9 años, mis ojos aún querían llorar al recordar estas imágenes. Pero algo me lo impedía; ya había llorado mucho por aquel hombre, quien nunca hizo nada por mí. Ya era lo suficientemente madura como para no caer en una depresión estúpida. Mi vida era muy hermosa ahora y no la cambiaría por nada. Fin del asunto.
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Capítulo 19: La pesadilla ♥
Estaba en una calle, la luna nueva se elevaba por el cielo, trayendo consigo una oscuridad aterradora. No había nadie allí, al parecer era bastante tarde. ¿Qué hacía yo en ese lugar? ¿tenía algo que hacer allí, por casualidad? no lo sabía. Caminé, sin rumbo aparente, en busca de alguna señal humana. Parecía un pueblo abandonado. No me imagino que habrá pasado para que la gente abandonara aquel lugar dejando todas sus pertenencias, huyendo despavorido, como si la muerte fuera tras ellos. Estaba todo intacto, sin derrumbes, ni madera quemada. Por lo que, ningún desastre natural podría haber ocasionado aquello. Era realmente extraño. La luz de los faroles, alumbraba tenuemente, ya que eran viejos y estaban cansados de alumbrar un lugar sin vida. La brisa, helada y escalofriante, meneaba suavemente la hierba, oscurecida por la sombra de la noche. Pasé por una vitrina, y me dio curiosidad saber como iba vestida, por lo que me acerqué un poco más para verme reflejada en el vidrio. Era simple: unos pescadores blancos de tela, y una camiseta sin mangas tono pomelo. Llevaba el pelo suelto, algo enmarañado. Estaba blanca como nunca antes lo había estado y las ojeras dominaban la atención hacia ellas. Parecía muerta: era la mejor descripción. No sé por que no sentía frío, si estaba tan desabrigada.
Estaba dispuesta a darme vuelta y seguir mi caminata, pero algo me detuvo. En mi reflejo, atrás mio, había algo que no había visto jamás, por lo que el pánico invadió mi cuerpo y logró que me tensara, a tal punto, que no me podía mover. Era un sombra, oscura, maléfica, amenazante. Se acercó a mi, tal como si quisiera propinarme una caricia, me envolvió con suavidad, tal como lo haría una brisa de verano. Parecía con buenas intenciones, y aunque no tuviera rostro, ni algún carácter humano, la expresión lo delataba: estaba sediento de muerte, sediento de dolor, de sufrimiento. Me quedé embobada, no sabía si correr e intentar escapar, o tan solo dejarme llevar, por ese falso placer de alivio. Era una satisfacción falsa, sabía lo que quería realmente. Quería hacerme uno de los suyos, quería reclutarme, por así decirlo, y beber de mi condena.
Se me abrieron los ojos de golpe, y corrí en una dirección, tal vez la equivocada. Solo quería escapar de aquel vago sentimiento. Me sentía vacía, como si me hubieran quitado parte de mis buenas experiencias, parte del afecto que me habían entregado a lo largo de toda mi vida, parte de mi alma, parte de mi vida. Sentía que mis piernas me fallaban, también como el cansancio se apoderaba de mi, y como un susurro sordo hablaba al lado de mi oreja: "Samantha, no puedes escapar, ya eres parte de nosotros, ya tenemos una parte de ti, y no la podrás recuperar jamás, acepta el final de tu historia, y será menos doloroso para ti. No niegues lo innegable, no acudas al amor, todo eso te corrompe el espíritu, la muerte, es el único y verdadero alivio, únete a nosotros, por las buenas, o por las malas. Tú eliges." Cada vez sentía más miedo, miedo de la muerte, de lo que había después de ella, de olvidar los buenos ratos, de perder la sensación de amistad, de perder a mis seres queridos. ¿Y si tenían razón? tal vez toda la vida era un disfraz, y tan solo la muerte era el real alivio, y no se comparaba con la sensación de ser amada, esto lo superaba, iba más allá de lo humano. Era tentador. El dolor comenzaba a aferrarse de mi, y sentía una gran opresión en el pecho, que apenas me dejaba respirar. Comencé a jadear, quería gritar, quería morirme de una vez. Los faroles comenzaron a escasear. y yo me dirigía hacia el final del pueblo, entrando hacia la carretera, dirigiéndome hacía otro lugar. Había un cartel, donde indicaban el próximo pueblo más cercano. Decía: "Αθήνα 357 km. (Atenas)" ¿Estaba en Grecia? ¿La ciudad más cercana era la capital? ¿Tan lejos estaba? ¿Como podría llegar allí corriendo, perseguida por espíritus maléficos? (digo espíritus, porque ahora eran varios). El terror dominó mi cuerpo, estaba perdida, completa y totalmente perdida.
Entonces desperté, y proferí un grito medio ahogado, llena de terror, las lágrimas corrían por mi rostro sin cesar. El doctor Marín entro corriendo, mientras gritaba: "¡Emergencia, parece que tiene un ataque!", pero entonces se dio cuenta, que me encontraba bien, pero algo agitada. Tarde un rato en tranquilizarme.
- Fue solo una pesadilla, doctor. -dije mientras me secaba las lágrimas.
- ¡Valla, puedes hablar! ¡que maravilla! -dijo el doctor, sumamente sorprendido.
- Si bueno, aunque aún estoy un poco ronca.
- Me alegro mucho. Bueno, los exámenes están mañana, ahí veremos si es que te agarraste algo más grave, aunque al parecer, todo este alboroto a sido por una simple gripe. La enfermera me dijo ayer que te dolía la cabeza y la garganta, así que es lo más probable, tan solo una laringitis o algo así. Hay que ver.
- Eso espero, doctor. Aunque ya no me duele mucho la garganta, y no me a dado fiebre.
- Bueno, en realidad si has estado con un poco de fiebre, es de lo más normal. A propósito pequeña, ¿porqué gritabas?
- Mm.. -me dio un escalofrío al recordar mi pesadilla- es que tube un muy mal sueño, era aterrador.
- ¿Y no me lo quieres contar? -dijo con tono paternal. La verdad es que era muy amable.
- No me acuerdo de mucho. -mentí
- Eso está mejor, no vale la pena recordar cosas feas, de seguro a sido todo una alucinación por la fiebre, -dijo con una sonrisa- bueno, tengo que ir a ver a otros pacientes. Nos vemos Sam.
- Adiós.
Estaba tan, pero tan feliz. Aunque ya sabía de mi recuperación, volver a tener voz era genial, aunque, estaba un poco transformada, ya sabes, por la irritación.
Aquel sueño, no lo olvidaría jamás, era tan real y tan aterrador, yo sé que tiene un significado para mi. Y sé que esto, aunque quisiera, no es una simple gripe, aunque para los ojos de los doctores sea así. Yo sé la realidad. Tengo que averiguar más acerca de esto.
- ¡Hola Samanthita! ¿como estás? -dijo mi madre en tono meloso, de seguro ya se había enterado. No la había visto llegar.
- Odio que me llames así.
- Uy, ni siquiera un hola, ¿eso es lo que me querias decir al recuperar tu voz?
- Hola mamita. -le dije con el mismo tono meloso que ella utilizo.
- Eso está mejor. ¡Mira lo que te traje! -me hablaba como a una niña en navidad, de verdad estaba emocionada. Ya veía que sacaba una barbie de la mochila o algo así.
- Deja ver.
Me pasó un libro forrado en plástico, "La isla bajo el mar" de Isabel Allende. Ella es una de mis escritoras favoritas, y le había mencionado a mi madre de su nuevo libro, el cual trata sobre la vida de una niña esclava, muy interesante.
- Valla, ¡gracias! algo para entretenerme en este horrible lugar. ¿Cómo está Cris?
- De nada chiquita. El ahora no está acá, unos amigos lo llamaron de Santiago para el matrimonio de uno de ellos. Devería haber ido con él, pero no pensaba dejarte sola.
- ¿Y como va todo? ¿algo interesante que contar?
- Nada mucho, la verdad, esta todo muy tranquilo. Ayer empezé en la nueva agencia, ya sabes, a la que me trasladaron, era más cómoda la de Santiago, pero no puedo hacer nada.
- ¿Algún nuevo amigo?
- Y bueno, hay una chica muy simpática, pero parece envidiosa. ¡Oh, que tarde es! ya está terminando la hora de almuerzo, debo volver al trabajo.
- ¿Usaste tu hora de almuerzo para venir a verme?
- Por supuesto muñeca.
- Eres lo más, mamá. Te quiero
Me dió un beso y se fué casi corriendo, pero antes le pedí si me podía conseguir un libro sobre los mitos y leyendas de Grecia. A ella le extraño bastante, pero no me puso oposición. Me dijo que lo traería mañana. Tenía que averiguar más sobre todo esto.
Al poco rato me trajieron el almuerzo, sopa de tomates y ensalada de lechuga. Tenía un montón de hambre. Más rato me volvió a visitar el doctor Marín y me dijo que me quitarían el suero y pasado mañana ya me darían de alta, aunque todo depende de los exámenes. Leí el resto de la tarde, esperando a Fabián, pero este no apareció. Esto me apenó bastante, lo esperaba con ansias. Como no llegó, y yo ya me estaba aburriendo, prendí la tele y ví un capítulo de "H2O; sirenas del mar", después uno de "Isa tkm", y me dormí viendo el final de este. Antes de dormirme, tan solo pensaba en no volver a tener el mismo sueño de antes.
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Capítulo 18: Las píldoras ♥
Cuando volví a despertar, tenía un dolor de cabeza terrible, y la garganta me dolía más de lo que duele con un simple resfriado. Era como si tubiera gripe, pero sin voz. No había nadie en la habitación, y ya estaba oscureciendo. Me dió miedo pensar que podría haber estado desmallada muchos días. Miré al lado de mi cama y estaba el bolso de Fabián. Eso era un alivio, porque estaba por acá. Entonces alguien entró con un café en la mano y bostezando, al parecer no había dormido mucho en los últimos días. Era él. Apuró el paso cuando se dió cuenta de que había despertado, y prendió la luz. Se sentó a mi lado y me dedicó su más bella sonrisa.
- ¿Cómo estás dormilona?
Yo le sonreí con ganas. Era mi único modo de expresarme, y sinceramente, sin contar el dolor de cabeza y de garganta, estaba bien. Me iva a recuperar, aunque tardara un poco. Sin embargo, esta es la experiencia más aterradora que e vivido. Los médicos dirán lo que me ocurrió, tendré que ser paciente.
- Sami, me voy a tener que ir.. mañana después de clases volveré, como lo he hecho toda esta semana. -Le hise señas de que me pasara un lapiz y una libreta, para, de algún modo, comunicarme mientras aun no recupe el habla.
Le escribí: Ok, te veo mañana. Estoy muy feliz de saber que me voy a recuperar. Cuando te vallas, ¿puedes llamar a la enfermera? Porfis. A propósito, ¿cuando rato dormí? y, ¿qué hora es? lo que pasa esque me desmallé, le tengo miedo a las agujas. Te amo
- Bueno, yo la llamo. Y nosé exactamente, pero te desmallaste más o menos en la mañana, y ya está casi de noche. Te dejamos dormir porque necesitas descansar. Tén, te dejo mi reloj de mano para que sepas que hora es, luego me lo devuelves. Aunque si llego tarde a clases, es tu culpa jajaja.
Eran las 8.12 PM, el horario ya comenzaba a cambiar.. me dio un beso rápido y se fué, cerrando con delicadeza la puerta. En unos instantes la enfermera vino.
Le escribí: Señorita, ¿cuándo van a estár los exámenes listos? y, ¿me puede dar algo para la cabeza?, me duele mucho, igual que la garganta.
- Enseguida le traigo un píldora. Los exámenes estarán listos pasado mañana. Tendrá que estar en absoluto reposo hasta ese entonces. -Me trajo un vaso con agua y no una, si no que 6 píldoras de diferentes tamaños y colores- Esta, es la píldora para el dolor de cabeza. Pero estas otras, son las que el doctor Marín receto para usted. -explicó- Aquí tiene, si necesita algo puede tocar este botón y vendré enseguida.
Terminé de tomarme las píldoras y se fué, llevandose el vaso. No había visto ese botón. La última vez que estube en un hospital aún no era tan moderno. Al rato, se me paso el dolor de cabeza, pero el de la garganta, seguía, persistente. "Creo que definitivamente me agarré una gripe" pensé. Tantas píldoras, hisieron un efecto adormecedor en mi. Y, como no tenía en qué más entretenerme, me dormí. Habrá que esperar, para saber algo más.
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Capítulo 17: Diagnóstico ♥
Fabián salió por la puerta y la cerró silenciosamente, me quedé solá y triste en ese clara habitación, quizás demaciado. Ya no lloraba, aunque tenía toda la cara empapada. Tan solo había un sollozo inconsolable proveniente de mi alma. Todo era tan confuso.. ¿qué iría a pasar? ¿sería tan solo un sueño?
Se abrió la puerta de golpe y me llevé un susto. Miré hacia allí y ví como un señor ya mayor, bastante canoso y regordete entraba medio corriendo. Rápidamente me midió la presión, los latidos y la respiración. Se quedó extrañado mirándome.
- A simple vista no sé que es lo que le ocurre. Requerirá de algunos exámenes. -dijo el doctor a Fabián, que había llegado sigilosamente, haciendo que no me percatara de su presencia.
- Pues entonces haganle los malditos exámenes y todo lo posible para que se mejore, es su trabajo. -dijo Fabián furioso, fuera de si. Me daba un poco de miedo, y me dieron ganas de gritarle algo, para que se tranquilizara, pero no pude.
- Tranquilo, se hará todo lo que está a nuestro alcanze. Haber nena dí 'aah'. -y me puso un palito de helado el la lengua- Mmm.. no puedo decir nada concreto, pero tiene un notorio daño, aunque no sabría indicar las causas. Iré a buscar a la enfermera para los exámenes que sean convenientes y al doctor Marín, otorrinolaringólogo. El doctor se fué. Fabián se quedó medio estático y muy shockiado. Finalmente se sentó a mi lado y me tomó la mano.
- Aún estás muy helada. ¿Porqué? es todo tan extraño.. ojala que todo salga bien.. -dijo con un tono muy triste.. me desconponía de tan solo escucharlo- bueno creo que viene tu mamá, mejor me voy, si no me agarraré una buena paliza jajaja. -rió sin muchas ganas, yo le sonreí como pude. Me dió un beso en la frente y cuando estaba apunto de abrir la puerta, alguien la abrió antes y casi le pega un portazo. Era mi madre. Lo fulminó con la mirada y avanzó rápido hasta donde estaba yo.
- Hija. Que te puedo decir, estoy.. un poco.. confundida.. triste, me tengo que espavilar, es como si no reaccionara.. fue todo tan rápido.. bueno, pase lo que pase estaremos todos a tu lado y te cuidaremos lo más que podamos. ¿Ok? apropósito.. no me habías dicho que tenías novio -dijo un tanto molesta- ni siquiera nos lo has presentado. Porqué vas con todo tan rápido ¿eh? es como si te buscaras los problemas.. ¡¿porqué no me contestas, que te ocurre?! -yo solo miraba hacia la ventana.. no me atrevía a mirarla a los ojos.. sentía que me podía atravesar- claro, estando yo tan preocupada por ti, lo único que te pido esque me cuentes que es lo que.... ah.. cierto, cierto. Lo siento, estoy muy aturdida. Según el doctor pasará.
La miré como diciendo "¿encerio?" muy emocionada. Era la mejor noticia que podía esperar. En ese momento las dos volteamos a ver quien entraba por la puerta. Era el mismo doctor de antes, en compañía de una enfermera esbelta y con grandes ojos, llenos de curiosidad. El otro hombre, que deviera de ser el tal doctor Marín, era delgado y con la cara avejentada, pelo casi blanco y una cara muy arrugada, acompañada de unos ojos con mucho sufrimiento de color celestes cielo, de esos casi transparentes.
- Vamos a ver, pequeña. -Miró a mi madre con cara de "es mejor que nos deje a solas" y ella se fué, con cara de angustia. El me examinó, normalmente y escribió algunas cosas en un cuaderno que traía consigo- bueno, creo que habrá que hacerle un examen completo, suministrarle -escribió unas lineas en otra hoja, la arrancó y se la entregó al otro doctor, del cual aún desconocía su nombre o apellido- estos medicamentos. Será mejor que tome reposo durante algunos días, por lo menos hasta que esté claro el diagnóstico. Bueno puede proseguir, enfermera Compton. Doctor, ¿me acompaña un momento?
- Claro Damián. -con que se llamaba Damián Marín, pero tenía más curiosidad de saber como se llamaba el hombre regordete, me inspiraba confianza.
Ellos abandonáron la habitación. Y la enfermera comensó a urgar unas cosas encima de un mesa dandome la espalda, por lo que no podía ver que era lo que hacía. La verdad es que ya me sentía mejor, con el puro hecho de que me mejoraría. Quería que me hisieran los exámenes rápido para poder estar más con Fabián.
- Señorita, ¿me facilita su brazo izquiero por favor? -me dijo amablemente, mientras sostenía una horrible y gigantesca jeringa en su mano.
Yo me imaginaba una prueba de ADN o que se yo, en la que me cortaran una uña o me sacaran un poco de cabello. ¿Pero sangre? no, por favor. Le tenía pavor a dos cosas. Bueno a muchas, pero a dos principamente. A los caballos, y a las jeringas. Quería gritar o decirle que no, que no podía. Pero ella ya tenía mi brazo en su poder y estaba apunto de comenzar a succionar sangre.
La sangre no me parecía asquerosa, de hecho, me daba igual. Lo que me pasaba, era con la agujas, y la sensación de como la sangre se te va yendo por ahí, y se almazena en ese frasquito. Era horrible.
De pronto sentí un mareo, ganas de cerrar los ojos, y vomitar. Me iva a desmallar. Me había pasado toda la vida, con cualquier aguja, y más con jeringas. Miraba como a sangre iva subiendo, hasta que todo comenzó a ser borroso, la respiración disminuyó, y por fin, me desmallé, como esperaba. Malditas agujas.
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Capítulo 16: Despertando ♥
De un vacío total, volví a la vida, como si de una resurrección se tratara. Estaba totalmente desorientada. ¿Quién era, dónde estaba, que había ocurrido? al menos recordaba que era humana. Aunque ya había recuperado la conciensia, aún no lograba recordar nada.
Al fondo, se escuchaba un llanto melancólico, proveniente de una mujer dévil, y una voz grave y firme intentando consolarla. Sentía frío, mucho. Pero en mi vientre, sentía una calidez que me llenaba de vitalidad. Agudizé mis sentidos, los cuales por suerte había recuperado. Primero la audición, como agradecía volver a tenerla, ese zumbido era desmoronador. Logré escuchar con más presición el llanto y la voz, también cosas nuevas. Escuché pasos, un murmullo que provenía muy de lejos, y una respiración cercana muy acompasada y tranquila. Agudizé el tacto, mis manos estaban al costado de mi cuerpo, yo estaba acostada ensima de algo suave y blando. Una cama, y probablemente de hospital, porque también pude sentir la aguja que tenía en el brazo, lo cual seguramente sería el suero. Por último agudizé el olfato. No me equivocaba, estaba en un hospital, ya saben, su olor es muy característico.
Volví a inhalar con más fuerza que antes, y me llevé una sorpresa de otro mundo. A través de esa respiración se me vinieron tantos recuerdos de golpe, que quize volver a dormir. Era mucha información como para un solo segundo. Pero por lo menos, recordaba. Uno de mis miedos más grandes era quedarme sin memoria en algún momento de mi vida. Quería abrir los ojos, pero tenía miedo. Aún tenía un escalosfrío eterno en mi columna, y seguía entumida. Me sentía frágil y sola, aunque sabía que no lo estaba.
Finalmente, luego de algunos minutos de meditación, decidí abrirlos, lentamente. Por entre mis pestañas, pude ver mucha claridad, y todo de blanco. Ahora lo tenía más que confirmado, estaba en un hospital, hospitalizada. Subí un poco más mis párpados y pude ver a Fabián sentado en una silla, con su cabeza recostada en mi estómago durmiendo con su carita de ángel. Estaba en polera, no sé como no tenía frío, yo sentía que estaba en la Antártica. Los abrí completamente. Miré hacia todas partes, no había nadie más en la sala. Después de un rato, logré acostumbrar la vista, ya que cuando resién los abrí, veía todo un poco borroso. Quería probar mi último sentido, el habla. Ya había confirmado que todos los demás estaban en perfecto estado, y supusé que este último también lo estaría, pero solo por curiosidad, quizé pronunciar algo.
Mil lágrimas comensaron a salir de mis ojos. No funcionaba. No lo podía creer, estaba perdida. ¿Qué iva a hacer yo, sin poder hablar? tendría que ir a una escuela especial para mudos. No le podría volver a decir "te amo" a Fabián, ni a mi madre. No podría dar los buenos días. Esto era malo, pero muy malo. Además, con lo frágil que estaba, y con el frío que tenía, me sentía próxima a la muerte, como si una enfermedad mortal estubiera a punto de desacerse de mi.
- Mmmm.. ñaarrtzzzz.. -murmulló Fabián entre sueños, moviéndo un poco la cabeza.
Abrió los ojos, y se quedó mirando al vacío un momento, como recordando donde estaba y porque estaba aquí. Se espabiló en unos segundos y se sentó. No me miró hasta despues de bostezar y estirarse. Yo miraba la ventana. ¿Qué podía decirle?
Se quedó mirandome por unos segundos, sin saber que decir. Finalmente, no muy decidido, me dijo:
- ¿Porqué lloras?
* Silencio por parte mia *
- Vamos, no quiero ser grosero, pero me tienes muy nervioso, estas hace tres días en coma, y pensé que al despertarte te alegraría verme a tu lado. Estoy muy preocupado. Aunque allas dormido por tantos días, y tengas suministrados suficientes nutrientes, no se te quitan las ojeras ni la palidez. Temperaron esta sala especialmente para ti a 32º C, y aun así, sigues helada. No me miras y además eres un mar de lágrimas. ¿Me quieres decir que rayos pasa? Tu papá ya no sabe que decirle a tu mamá para tranquilizarla. -dijo intranquilo.
En ese momento lo miré de una forma indescriptible. Le quería explicar todo con la mirada, y a la vez darle a entender mi enojo. Me dolía que pensaran que Cris fuera mi papá. Mejor callar que meter la pata.
- ¿No me vas a hablar? -repuso con cierta ira, la cual era injustificable.
Se me salieron aún más lágrimas pero esta vez, sentí una verguënza enorme. Me tapé la cara con las manos. Me destapé y le intenté hablar, pero parecía tonta, no me salían las palabras. El solo me miraba con sufrimiento, no le puedo culpar, no entendía nada. Al final, me las arreglé para pedirle que me diera un lápiz y un papel. Por suerte venía del colegio y estaba con su bolso.
Y le escribí:
Mi amor, no quiero que grites y te espantes. Pero, me he quedado muda. No puedo decir nada. No comprendo nada tampoco. Cuando recién me desperté tampoco recordaba nada, pero los recuerdos de pronto vinieron a mi, por suerte. Yo tampoco sé porque tengo tanto frío, pero creeme que no lo hago apropósito. Lamento no poder volverte a decir nunca más te amo, pero quiero que sepas que es así.
Mientras lo escribía, seguía llorando, por supuesto, y la hoja, devo agregar, quedo con muchas gotas. Él intentaba leer algo mientras escribía, pero yo quería que lo leyera todo de corrido. Se lo entregué, no sin cierta resignación, e intenté tranquilizarme.
Él solo se quedo en silencio, asimilando. Abrío la boca intentándo decir algo, pero al parecer no sabía que era lo correcto.
- Voy a buscar al médico. -dijo sumamente serio. Se paró y se dió vuelta, dirigiendose a la puerta. Antes de llegar a ella, se detubo, y volvió casi corriendo hasta mi, y me abrazó, como pudo, ya que yo estaba acostada en esa horrenda cama.
- Te amo y no lo olvides, no importa lo que pase, saldrás adelante y yo estaré a tu lado todo el tiempo que sea necesario. -dijo con la voz llorosa, y luego volvio hacia la puerta.
En la fracción de segundo que duró en darse vuelta, alcanzé a ver un brillo en su mejilla. ¿Una lágrima?
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Capítulo 15: Lo inesperado ♥
Las siguientes clases pasaron rápido, o lento, en realidad no lo sé. Estube como fuera de tiempo. Además, ni sueñes con que podía concentrarme, tenía esa sensación de cuando alguien clava su mirada en tu espalda, y era obvio que era Fabián. No me atreví en ningún momento ha mirarle. Tenía pavor, no se de qué, pero lo tenía. Para suerte mía los profesores con los que me tocaba no me prestaron atención en ningún minuto. Era como si me hubiera esfumado, porque ni siquiera Ania me hablaba.
Al final, lo único que me hiso espavilarme fue esa insistente campana, que te remueve entera cada vez que suena. Ya había llegado la hora de irse a casa. ¿A casa? no. No quería ver a mi madre. ¿A dónde me iva? con Ania no, porque es muy poco paciente, y querría que le explicase todo, y yo no quiero pronunciar palabra alguna. Al fin y al cabo, cuando terminé de guardar mis cosas en mi mochila y estaba lista para salir y dirigirme a mi nuevo destino (el cuál no tenía idea de cual iva a ser) me encaminé hacie la puerta. Me parecía extraño que nadie me hablase.
Entonces me dí cuenta. Hace ya horas, que escuchaba un leve zumbido, no escuchaba las conversaciones, solo un zumbido como cuando estas en el centro comercial y hay tantas personas, que no puedes escuchar alguna conversación determinada, porque todas se mezclan en una sola. Eso mismo me pasaba. Al darme cuenta, ese zumbido poco a poco fue desapareciéndo y quedó todo en profundo silencio. No miraba otra cosa si no el suelo hacia varios pasos ya, y por el cemento sobre el cual me encontraba supuse que estaría saliendo del colegio ya. Levanté la mirada, y me dí vuelta, horrorizada. ¿Qué era todo esto? estaba atormentada. Me encontré con la mirada de mi amado, me mirada con profunda preocupación.
Estaba a tan solo unos pasos, quieto y paciente, el sabía que algo me pasaba. De repente sentí como las ojeras se me marcaron y los párpados me pesaban más de lo normal. Pero una extraña intuición, que iva en contra de mi voluntad, no me dejaba cerrar los ojos. Se me comensó a nublar la vista, como cuando estás viendo a través de un vidrio y este se empapa de vapor, así veía en ese momento. Pero aún así, podía distinguir la silueta de Fabián. Quería gritar de horror, la sensación que tenía era inexplicable. No era de dolor, esto iva más allá. Pero mis cuerdas vocales me traicionáron. No funcionaban.
En un intento de salvarme de este suceso, totalmente desconocido para mi, corrí en su dirección. Antes de que mis piernas me fallaran, al igual que el habla, la vista y la audición. Me apróxime lo bastante como para poder abalanzarme, pero no alcanzé. En ese momento mis piernas no reaccionaron y me caí al vacío, pues para mi todo ya era borroso y sin sentido. Pero sus brazos, esos fuertes brazos, me agarraron y me estrecharon, y sentí la calidez de su pecho en mi mejilla. Y pude aspirar su delicioso aroma antes de que me fallara mi cuarto sentido, el olfato. Entonces no olí más, y tampoco sentí nada, tan solo como algo me consumió totalmente, dejando que cayera eternamente en el frío abismo, entumecida, ciega y sordamuda. Inerte e inexistente.
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6.2.10
Capítulo 22: Decisión ♥
¿Sería verdad? Nunca fui muy supersticiosa... pero esto, realmente, me dejaba helada. Además... concordaba tan perfectamente, que daban ganas de vomitar de tan solo pensarlo. Pero, ¿qué había ocurrido que no me habían matado en el primer instante? ¿Acaso cuando me tiré en los brazos de Fabián ellas se espantaron por el amor que emanábamos? Ojalá fuera así, ojalá que se tratase de amor verdadero. Ojalá.
Hasta el momento, no había sentido nada extraño, a excepción de los constantes escalofríos causados por el miedo y la pesadilla de hace un par de noches. Aún así, a pesar de todo el miedo que sentía, se me partía el corazón al sentir que exponía a Fabián a semejante peligro. Sabía que no podía contarle nada, porque me tomaría como loca. ¿Y que sacaba yo con seguir cerca de él? ¿Acaso quería que lo matasen? No, no y no. Fue mi sentencia. Era lo que menos quería en este mundo, pero, para poder lograrlo, tendría que apartarme de él. ¿Podría hacerlo?
Eran demasiadas preguntas en mi mente. Apagué la tenue luz y me tapé la cara con la almohada. Estaba fatigada y muy tupida. Así no podía pensar muy bien, menos razonar ni sincerarme conmigo misma, realmente no sabía que hacer. Preferí intentar dormir un rato antes de que amaneciera.
Aunque bastante turbada, lo logré. Cuando me despertaron por la mañana, me sentía como un zombi, y era tal mi estupidez soñolientamente matutina, que no me percaté en un principio de porque estaba ahí ni que había pasado.
- Vístete rápido, que te paso a dejar a la casa y yo me tengo que ir al trabajo corriendo. –dijo mi madre, la cual había estado 5 minutos intentando despertarme.
- Ya voy... –dije casi inaudiblemente.
Estaba nublado. El aire era tibio, sin embargo había tristeza en el aire. Los colores ya no reflejaban ese cálido resto que quedaba del verano, si no que acompasaban el ambiente con melancolía y palidez. El otoño ya se había instalado definitivamente.
Algunas cuadras más allá se escuchaba al océano Pacífico rugir, con sus estrepitosas olas chocando contra las rocas. Pero para mí, eso era muy banal como para prestarle mayor atención. Tendría que ir a clases de todos modos, por obligación de mi madre. Ya había perdido muchos días de educación fundamental, dijo ella. Aunque ya era tarde para llegar a la hora correcta, tendría que llegar con el justificativo de mi madre al primer recreo. Si o si. Odiaba la obstinación de mi madre. Intenté hacerme la enferma, pero no dio resultados. Todos sabíamos que fue una gran exageración. Apenas me dolía un poco la garganta ahora. Aunque yo sabía que en el fondo todo era distinto. Pero no podía involucrar en esto a los demás.
Cuando me bajé del auto afuera de mi casa, mi madre se fue al instante, casi sin despedirse. Llegaría tarde si no. Entré latosamente, arrastrando los pies. Hace varios días que no estaba allí, y me dio un montón de nostalgia... y... no se que otro sentimiento, pero estaba allí; en el centro de mi pecho. Era como si esta vez fuese una de las últimas veces que estuviera allí. No le creí a mi percepción femenina, y traté de ignorarla en la ducha; tan solo me concentraba en respirar y masajear mi cabeza con el shampoo. Fue allí donde me acordé (al ver mi pierna) de la herida de la otra vez. Estaba bastante bien, pero aún así, tendría por largos años una cicatriz muy fea.
Al poco rato salí y me vestí con el uniforme, y apenas estuve lista me sequé el pelo, arreglé mi mochila y partí. No tenía hambre, lo único que en lo que pensaba era en el futuro. De a poco lo iba aceptando. Aunque doliese. Era un poco fastidioso llegar al recreo, pues todo estaba como locos, y uno llegaba recién despertando, o algo así. La cosa, es que era incómodo. Además, todos te quedaban mirando con la cara tipo: ¿Estuvieron entretenidas las vacaciones?, obviamente, eso era irónico, y daba mucha mas rabia, porque la mayoría no se entera de que uno estuvo grave, o apunto de morir.
Sin prestar mucha atención a los demás, me dirigí a mi sala de clases, le entregué el justificativo a la profesora. Ella lo aceptó sin reprochar y me indicó que me sentara, que pronto empezaría la clase de lengua castellana. Cuando me dí vuelta, de forma lenta, casi dramática, como quién no quiere la cosa, lo vi. No lo veía hace dos días nada más, pero bastó tan solo eso para sentir un vacío dentro de mi pecho. Estaba tan preocupada por lo de las viudas negras, que no tuve mucho tiempo para fijarme en ese “detalle”. Pero ahora que lo veía, me sentía viva de nuevo, con una llamarada dentro, sentía que podía lograr escalar el Everest en 5 minutos, y por sobre todo, me sentía tan protegida, que las viudas negras parecían una estupidez cuando él estaba cerca.
Apreté los ojos y los puños. Me mordí el labio y me dio una puntada en el pecho. No. No podía dejar que lo matasen. Ya había tomado la decisión. Aunque siguiéramos viéndonos en clase y aunque nos prestáramos sacapuntas y cosas así, en cierto modo yo ya no estaría cerca de él, y suponiendo que fueran comprensivas, se darían cuenta que ya lo dejé. No podía exponerlo a tal peligro. Aunque para mi fue eterno ese momento de introspección, debieron de haber pasado 2 segundos. Me relajé corporalmente para no llamar la atención y, con la boca entre abierta miré embobada a Fabián, quien estaba en su mismo puesto de siempre indiferente a mi llegada, hablando animadamente con Milo, sin percatarse del vacío que sentía dentro. Me costaba creer que me afectara tanto una persona que conocía hace tan poco. Pero así era, y sería mejor que se terminara lo antes posible.
En ese momento entraron mis amigas, con la cara de quien esta fastidiado por que se termina el recreo. Ni siquiera me percaté de cuando sonó la campana, pero así fue. Al verme, Ania corrió dando saltitos y grititos de emoción, con los ojos desorbitados, a abrazarme y llenarme de besos en las cara. Las otras la siguieron, pero fueron un poco más reservadas, ya que aún no habíamos entablado una relación más cercana. Aún así se alegraron mucho de verme en perfecto estado, aunque se rieron un montón de mi voz ronca. Me uní a sus risas. Hace varios días que no me reía. Era dulce, una sensación única, que te llenaba de alegría. Se parecía a los besos de Fabián.
Me derrumbé por dentro y me dieron ganas de llorar, pero aún así, me controlé. Aparenté indiferencia ante mi colapso interior. No quería preocupar a nadie más por alguna otra cosa. Con la llegada de mis amigas y su escenita, todos los de la clase se voltearon a ver, ya que llamó la atención, e incluso algunos se pararon a recibirme. Pero él no. No concordaba esto. Estaba indiferente. Milo se había parado a saludarme, así que se Fabián había quedado sin nadie con quien conversar. Aunque se volteó hacia delante, miraba al techo, indiferente, como si nada ocurriera. Como si la chica a la que le había prometido el mundo no estuviera a unos metros delante de él. Como si la hubiese dejado de amar.
¡Hola, hola! ¿Qué tal? espero que les guste el capítulo. No crean que se va a quedar así :O ya ván a ver ^^ y bueno.. disculparme por abandonarlos durante enero, lo que pasa es que por la vacaciones me fuí a mi campo, y pues allí no tenía internet ni nada. Aún sigo de vacaciones, pero estoy en una cabañita donde si tengo internet :) asique apenas pueda postearé de nuevo, yo creo que la semana que viene. Apropósito, ¡¡103 seguidores!! ¡woooow! gracias chicas (y chicos) por seguirme, y leer mi historia. ¡¡Muchos besos!!
→ Nicole ♥♫
18.12.09
Capítulo 21: Leyenda ♥
Con un movimiento de cabeza brusco me centré en el presente. Abrí el libro con delicadeza. La tapa era café, y con bordes como de ramas. Olía a viejo. En el centro titulaba “Criaturas mitológicas y leyendas de Grecia” y abajo ponía editorial minotauro. Muy a juego.
Tenía algo así como 120 páginas. Era muy sencillo. En el índice salían muchas cosas, tipo: “Abante”, Arpías”, “Basilisco”, “Centauros”, “Cíclopes”, “El dragón de Cólquida”, “Hidra de Lerna”, “Hipocampo”, “Janto y Balío”, “León de Nemea”, “Medusa”, “Minotauro”, “Ortro”, “Pegaso”, “Las sirenas y su canto”, “Zorra Teumesia”, “Las yeguas de Diómedes”, “Toro de Creta”, “Telquines” y muchas más descripciones, sus historias y leyendas. Además, incluía una guía completa sobre los dioses Griegos.
De casi todas me habían contando historias, o en algún sitio había oído la leyenda. Eran muy interesantes. Pero, después de ojear algunas cosas sospechosas, me centré en lo que más me llamaba la atención.
Quede paralizada con la descripción. Todo cuadraba.
Esa noche no dormí. O quizá si. No lo sé. Tenía mucho miedo como para darme cuenta si dormía, soñaba o miraba a la oscuridad sumida en mis pensamientos. ¿Porqué me habían elegido a mi, entre millones de personas en el mundo?, o, ¿Por qué cuando recién empezaba a tener esos sentimientos?, o mejor aún, ¿Porqué tenía que ser mujer? Ahora que lo pensaba, era más odioso de lo que creí siempre. Tener el periodo, la celulitis, las estrías y la depilación nunca habían sido preocupaciones para mí. Pero, sumándole esto, era mil veces peor.
Los exámenes delataron que tenía una anemia leve, por eso el desmayo. Y una gripe de otoño. Nada más. Pero yo sabía que no era así. Podría haberme ido hoy, pero prefería esperar a mañana, porque hoy no me podía venir a recoger mi madre, y no me quería exponer a ningún riesgo caminando por ahí en estas condiciones. De solo pensarlo se me ponían los pelos de punta. Le asentí fríamente a la enfermera cuando me vino a dar los resultados. Ella le restó importancia, y se marchó tarareando alegremente una canción desconocida para mí.
Fabián nunca llegó. Ni un mensaje, ni una llamada. No me animé a llamarlo. No sabía que era lo que pasaba, seguro que tenía sus razones. Más bien; me daba miedo seguir acercándome a él. Pero era inevitable.
Todo me daba vueltas. Tal vez tan solo había sido una horrible pesadilla. Tanteé con desesperado frenetismo la mesilla de noche que estaba a mi lado, en busca del interruptor de la lámpara. Todo era silencio. Volví a tomar con delicadeza el libro, y abrí el índice, buscando con morbosidad el título que necesitaba. Ansiaba que hubiera sido una equivocación mía, una alucinación de la fiebre. Pero allí estaba, intacto, casi alegre, impreso en aquella página color amarillo desgastado.
Con un gesto de amargura, y con el estómago en la garganta, me decidí a comprobar lo incierto. A manipular mi cordura. Abrí la página 63.
“Kαταραμένος χήρες (Viudas malditas):
Su nombre se remonta hace más de 100 generaciones atrás, cuando en las proximidades de Atenas solía existir un pequeño pueblo, del que se dice, su nombre era “Frustración Celestial”. De aquel pueblo, tan solo quedan ruinas actualmente.
La leyenda se basa en un grupo de vecinas que solían tararear alegremente mientras tejían al calor del fuego en sus casas, a la espera de sus maridos.
Pero cuando a uno de aquellos hombres, se le fue la mano con las copas, y volvió tatuado de besos rojo carmín, la camisa desbotonada, y hablando estupideces, las mujeres lo comprendieron todo, y comenzaron a maquinar su plan: ciegas de ira, dolor e impotencia.
Uno a uno, los infieles maridos fueron desapareciendo. Todos lamentaban su pérdida, el pueblo estaba triste por su marcha misteriosa y sin sentido. Cuando, 3 años después, las 5 vecinas estaban viudas, y todos sospechaban a escondidas de su falso sufrimiento y de sus malvadas lágrimas, desaparecieron, sin dejar ningún rastro.
Se dice que los dioses convocaron sus espíritus, y los mandaron a las tinieblas, vagando por la oscuridad, en medio de la podredumbre, dejando a sus cuerpos podrirse en el campo abierto, en aquella pradera en medio del bosque, en la que ningún hombre había pisado jamás sino 70 años después, donde se supone, hallaron los huesos.
Cuando cumplieron su condena de sufrimiento, y les tenían un lugar en donde podrían descansar en paz, ellas no lo aceptaron, y huyeron despavoridas, tanteando todo con sus deformes manos, porque los ojos ya no le respondían ante la luz.
Desde ese entonces, vagan por el mundo entero, buscando a todos los infieles, y llevándose a las mujeres con ellas, para reclutarlas y hacer que dejen a los miserables sin su amor, porque no se lo merecen. La mayoría de las veces, se equivocan, matando a muchas mujeres tan solo por celos insanos, ya que ellas nunca recibieron aquel amor correspondido del que las otras gozaban.
Una vez que localizan a su víctima, no la dejan en paz. Le van quitando de a poco la energía, la dejan ciega, muda o sorda. Van de a poco, haciendo sufrir, para que se den cuenta de su error. Casi siempre las historias acaban con algún muerto, ya sea la mujer, o el infiel, dependiendo del caso y de cuantos celos sientan las viudas. La única solución es dejarse llevar, o luchar por el amor verdadero. Pero si este no es correspondido, habrá que abstenerse a las consecuencias, pues el poder de las viudas sin nombre es más poderoso que el de un simple mortal, pero sin embargo más frágil que una hormiga en comparación al amor verdadero, aquel del que ellas jamás serán cómplices.”
¡Tantas lunas! bueno les escribo porque les quería hacer una pregunta.. yo sé que no puedo pedir mucho, porque soy bastante irresponsable y todo eso. Pero aún así, ¿porqué ya no comentan? es decir, antes tenía muchos más comentarios y ahora a lo mucho 3 o 5, ¡o incluso menos! y quisiera saber si es porque les da flojera escribirme algo o es que ya no les gusta como está mi historia. Me gustaría saber, para quizás tomar otro rumbo. Lo curioso es que todos los días tengo bastantes visitas, pero comentarios, ninguno. Entonces eso. Pedirles que si les gusta, me comenten, aunque sea un "Me gustó mucho el capítulo" y si no, también, díganme en que puedo mejorar. Besos, y ¡ojala hayan disfrutado este capítulo! :)
1.12.09
Capítulo 20: Recuerdos ♥
El sol matutino a través de la ventana me despertó cálidamente. No sabía exactamente desde cuando, pero ya no sentía ese frío invernal, que no se me quitaba con nada. Lo más probable es que tuviera que ver con esa maldita sombra, aun que los doctores dirían que eran efectos secundarios de la fiebre. En realidad, no me importaba mucho lo que ellos pensaran, yo sabía realmente lo que me pasaba y lo que no, ellos tan solo suponían. Daba igual. De aquel aterrador día, apenas recordaba. Tan solo el dolor, y toda la impotencia que sentía. Pero de haber visto algo, estoy segura que lo recordaría, y no vi nada. Retorcí mi cerebro en busca de alguna sombra en mi recuerdo antes de quedar inconsciente, pero no encontré nada. Era bastante extraño. Quizás no era visible a la luz del día, quizás estaba detrás de mí y por eso Fabián me miraba de esa forma cuando corrí hacia él. Era todo tan confuso.
Me sacó de mi cavilaciones el sordo movimiento de de la puerta, al abrirse lentamente, como cuando lo hacen para no despertar a las personas. Entró mi madre con la lengua afuera, concentrada, mirando sus pies, los cuales estaban en puntitas, vigilando que no hicieran ruido. Llevaba traje de oficina y unos tacones gigantes, un bolso en el brazo y en mano, una bolsa que no paraba de crujir con cualquier leve movimiento. Me dio la espalda y cerró la puerta delicadamente.
- Hola mamá. –la saludé.
Salto como un metro y de la bolsa salieron algunos papeles volando. Profirió un gritito de desesperación, y finalmente, recuperando la compostura, dijo:
- Me asustaste, pequeña. Juraría que dormías. ¿Tan temprano y despierta?
- Bueno en realidad, acabo de despertar hace un instante.
- De todas formas es temprano. Luces cansada, quizás deberías dormir más.
- He dormido cerca de 12 horas mamá, las píldoras dan mucho sueño, y además, el aburrimiento cansa. Me dormí muy temprano ayer.
- Vaya, eso está bien. Bueno, aproveché de venir antes de irme al trabajo, te traje ese libro raro de la mitología y toda esa estupidez. No sabía que tu nuevo hobby es la historia de Grecia.
- No es mi nuevo hobby, tan solo aprovecho mi tiempo postrada como si fuera inútil investigando para un trabajo para la próxima semana. –mentí rápidamente. No quería sospechas de ningún tipo. Se quedó pasmada.
- Parece que los 16 han hecho que evoluciones, pequeño chimpancé. Pensé que serías una eterna adolescente irresponsable e inmadura. Bueno, no me confiaré del todo, pero me alegro que madurez un poco.
- Creo que deberías irte, se te hace tarde. –dije avergonzada, recordando todas las locuras que hice cuando vivíamos aun en Santiago. Ella me tenía etiquetada como bomba atómica anti colegio-responsabilidad-deberes. La verdad es que exageraba un poco, pero ella temía que en cualquier momento llegara con la noticia de que me habían expulsado, sancionado, puesto una mala nota o castigado.
- Tienes razón, me voy. Te quiero. –dijo ella, repentinamente nerviosa, y se despidió con la mano.
- Que tengas un buen día.
- ¡Igual! –gritó ella a unos metros de distancia.
Adoraba a mi madre. Aunque no compartía la misma opinión en muchos aspectos, nos llevábamos bastante bien. Éramos prácticamente iguales, excepto que yo no había heredado aquella cualidad de guardar rencor infinitamente. O tal vez aún no la había descubierto.
Enfoqué mi memoria años atrás.
- Vaya, que guapa estás, corazón. ¿Por qué no nos vamos a la pieza? –decía el hombre, borracho y tambaleándose, en el portal de un casa en Santiago, cuando Samantha tenía apenas 7 años. Recibe una cachetada por parte de Ágatha, la cual lucía hermosa, con un vestido de fiesta plateado, y muy bien peinada.
- ¡Imbécil! Te prometí que podrías venir para navidad, a celebrarlo con nosotras, pero siempre lo arruinas todo. Pensé que podrías seguir siendo el padre de mi hija, aunque ya no estemos juntos y no me des dinero para cuidar de Sam. Me las he tenido que arreglar yo sola durante estos últimos años, y aún así he dejado que la vieras. ¿Sabes porqué? Porque aún te tenía un poco de confianza. No puedo creer que le hagas esto a ella, que te esperaba tan ilusionada. ¡Te tenía un regalo y todo, cerdo asqueroso!
- No seas así, Agui, ya sabes que yo te quiero mucho...-la intenta besar, pero ella se aparta bruscamente y le da otra cachetada.
- ¡Apártate, no te quiero volver a ver más! Lo único que traes es desgracia por donde vas ¡Déjanos en paz!
- ¿Crees que eres capaz de echarme de mi propia casa?
- ¿Tú casa, tu casa? –rió sin ganas Ágatha- A este lugar ya no perteneces, y ella tampoco te pertenece. Aléjate de nuestras vidas, ¡te odio, Miguel, te odio! ¡Mira lo infeliz que la haces! –dijo mientras indicaba a una niña de hermosas mejillas sonrosadas, y unos ojos turquesa rojos de tanto llorar.
- ¡Paapapa Papá! –sollozó la pequeña
- ¡Sami, ven con tu papito, a quien quieres mucho! ¿o prefieres que darte con la bruja, que no quiere que nos veamos? –murmuró, mientras se tambaleaba y se reía, atragantado en su hipo.
La pequeña dudó, pero no lo suficiente, pues Ágatha interrumpió.
- Él no te quiere, Samantha, sabes que yo hago lo mejor para ti. –no dejo contestar a la niña, y siguió- ¡Ahora vete! ¡No te quiero volver a ver en la maldita vida!
Cerró de un portazo la puerta en la nariz de Miguel, mientras este se alejaba gritando: ¡Ya verás Ágatha! Esto no se quedará así.
Volví a la realidad. Estaba muy absorta en aquel recuerdo, que recordaba con lujo de detalles. Había sido un 24 de diciembre, e íbamos a celebrar la navidad con mi papá, el cual hace mucho que no veía. Él no acostumbraba a pasarse por casa.
Desde ese día, nunca más volvió a aparecer. Pasaron años antes de que a mi madre se le pasara el miedo de que viniera por mi, o que la demandara para quedarse él con la custodia. Luego se le pasó, ya que no había indicios de que apareciera. De todas formas, nos mudamos a otra comuna, a mi me cambio de colegio (donde conocí a mis mejores amigos de siempre) y ella cambió de teléfono, por la dudas.
Era el último recuerdo que tenía de mi papá. Añoraba que no estuviera muerto, y que ahora tuviera costumbres sanas, y no tantos vicios. Soñaba con que, algún día, me lo encontrase, y pudiéramos seguir siendo una familia feliz. Pero era muy obvio que eso no resultaría. Lo más probable es que al día siguiente de la discusión, se halla embarcado con uno de sus amigos, rumbo a quien sabe donde. Ese era su estilo. Aunque ya habían pasado 9 años, mis ojos aún querían llorar al recordar estas imágenes. Pero algo me lo impedía; ya había llorado mucho por aquel hombre, quien nunca hizo nada por mí. Ya era lo suficientemente madura como para no caer en una depresión estúpida. Mi vida era muy hermosa ahora y no la cambiaría por nada. Fin del asunto.
23.10.09
Capítulo 19: La pesadilla ♥
Estaba en una calle, la luna nueva se elevaba por el cielo, trayendo consigo una oscuridad aterradora. No había nadie allí, al parecer era bastante tarde. ¿Qué hacía yo en ese lugar? ¿tenía algo que hacer allí, por casualidad? no lo sabía. Caminé, sin rumbo aparente, en busca de alguna señal humana. Parecía un pueblo abandonado. No me imagino que habrá pasado para que la gente abandonara aquel lugar dejando todas sus pertenencias, huyendo despavorido, como si la muerte fuera tras ellos. Estaba todo intacto, sin derrumbes, ni madera quemada. Por lo que, ningún desastre natural podría haber ocasionado aquello. Era realmente extraño. La luz de los faroles, alumbraba tenuemente, ya que eran viejos y estaban cansados de alumbrar un lugar sin vida. La brisa, helada y escalofriante, meneaba suavemente la hierba, oscurecida por la sombra de la noche. Pasé por una vitrina, y me dio curiosidad saber como iba vestida, por lo que me acerqué un poco más para verme reflejada en el vidrio. Era simple: unos pescadores blancos de tela, y una camiseta sin mangas tono pomelo. Llevaba el pelo suelto, algo enmarañado. Estaba blanca como nunca antes lo había estado y las ojeras dominaban la atención hacia ellas. Parecía muerta: era la mejor descripción. No sé por que no sentía frío, si estaba tan desabrigada.
Estaba dispuesta a darme vuelta y seguir mi caminata, pero algo me detuvo. En mi reflejo, atrás mio, había algo que no había visto jamás, por lo que el pánico invadió mi cuerpo y logró que me tensara, a tal punto, que no me podía mover. Era un sombra, oscura, maléfica, amenazante. Se acercó a mi, tal como si quisiera propinarme una caricia, me envolvió con suavidad, tal como lo haría una brisa de verano. Parecía con buenas intenciones, y aunque no tuviera rostro, ni algún carácter humano, la expresión lo delataba: estaba sediento de muerte, sediento de dolor, de sufrimiento. Me quedé embobada, no sabía si correr e intentar escapar, o tan solo dejarme llevar, por ese falso placer de alivio. Era una satisfacción falsa, sabía lo que quería realmente. Quería hacerme uno de los suyos, quería reclutarme, por así decirlo, y beber de mi condena.
Se me abrieron los ojos de golpe, y corrí en una dirección, tal vez la equivocada. Solo quería escapar de aquel vago sentimiento. Me sentía vacía, como si me hubieran quitado parte de mis buenas experiencias, parte del afecto que me habían entregado a lo largo de toda mi vida, parte de mi alma, parte de mi vida. Sentía que mis piernas me fallaban, también como el cansancio se apoderaba de mi, y como un susurro sordo hablaba al lado de mi oreja: "Samantha, no puedes escapar, ya eres parte de nosotros, ya tenemos una parte de ti, y no la podrás recuperar jamás, acepta el final de tu historia, y será menos doloroso para ti. No niegues lo innegable, no acudas al amor, todo eso te corrompe el espíritu, la muerte, es el único y verdadero alivio, únete a nosotros, por las buenas, o por las malas. Tú eliges." Cada vez sentía más miedo, miedo de la muerte, de lo que había después de ella, de olvidar los buenos ratos, de perder la sensación de amistad, de perder a mis seres queridos. ¿Y si tenían razón? tal vez toda la vida era un disfraz, y tan solo la muerte era el real alivio, y no se comparaba con la sensación de ser amada, esto lo superaba, iba más allá de lo humano. Era tentador. El dolor comenzaba a aferrarse de mi, y sentía una gran opresión en el pecho, que apenas me dejaba respirar. Comencé a jadear, quería gritar, quería morirme de una vez. Los faroles comenzaron a escasear. y yo me dirigía hacia el final del pueblo, entrando hacia la carretera, dirigiéndome hacía otro lugar. Había un cartel, donde indicaban el próximo pueblo más cercano. Decía: "Αθήνα 357 km. (Atenas)" ¿Estaba en Grecia? ¿La ciudad más cercana era la capital? ¿Tan lejos estaba? ¿Como podría llegar allí corriendo, perseguida por espíritus maléficos? (digo espíritus, porque ahora eran varios). El terror dominó mi cuerpo, estaba perdida, completa y totalmente perdida.
Entonces desperté, y proferí un grito medio ahogado, llena de terror, las lágrimas corrían por mi rostro sin cesar. El doctor Marín entro corriendo, mientras gritaba: "¡Emergencia, parece que tiene un ataque!", pero entonces se dio cuenta, que me encontraba bien, pero algo agitada. Tarde un rato en tranquilizarme.
- Fue solo una pesadilla, doctor. -dije mientras me secaba las lágrimas.
- ¡Valla, puedes hablar! ¡que maravilla! -dijo el doctor, sumamente sorprendido.
- Si bueno, aunque aún estoy un poco ronca.
- Me alegro mucho. Bueno, los exámenes están mañana, ahí veremos si es que te agarraste algo más grave, aunque al parecer, todo este alboroto a sido por una simple gripe. La enfermera me dijo ayer que te dolía la cabeza y la garganta, así que es lo más probable, tan solo una laringitis o algo así. Hay que ver.
- Eso espero, doctor. Aunque ya no me duele mucho la garganta, y no me a dado fiebre.
- Bueno, en realidad si has estado con un poco de fiebre, es de lo más normal. A propósito pequeña, ¿porqué gritabas?
- Mm.. -me dio un escalofrío al recordar mi pesadilla- es que tube un muy mal sueño, era aterrador.
- ¿Y no me lo quieres contar? -dijo con tono paternal. La verdad es que era muy amable.
- No me acuerdo de mucho. -mentí
- Eso está mejor, no vale la pena recordar cosas feas, de seguro a sido todo una alucinación por la fiebre, -dijo con una sonrisa- bueno, tengo que ir a ver a otros pacientes. Nos vemos Sam.
- Adiós.
Estaba tan, pero tan feliz. Aunque ya sabía de mi recuperación, volver a tener voz era genial, aunque, estaba un poco transformada, ya sabes, por la irritación.
Aquel sueño, no lo olvidaría jamás, era tan real y tan aterrador, yo sé que tiene un significado para mi. Y sé que esto, aunque quisiera, no es una simple gripe, aunque para los ojos de los doctores sea así. Yo sé la realidad. Tengo que averiguar más acerca de esto.
- ¡Hola Samanthita! ¿como estás? -dijo mi madre en tono meloso, de seguro ya se había enterado. No la había visto llegar.
- Odio que me llames así.
- Uy, ni siquiera un hola, ¿eso es lo que me querias decir al recuperar tu voz?
- Hola mamita. -le dije con el mismo tono meloso que ella utilizo.
- Eso está mejor. ¡Mira lo que te traje! -me hablaba como a una niña en navidad, de verdad estaba emocionada. Ya veía que sacaba una barbie de la mochila o algo así.
- Deja ver.
Me pasó un libro forrado en plástico, "La isla bajo el mar" de Isabel Allende. Ella es una de mis escritoras favoritas, y le había mencionado a mi madre de su nuevo libro, el cual trata sobre la vida de una niña esclava, muy interesante.
- Valla, ¡gracias! algo para entretenerme en este horrible lugar. ¿Cómo está Cris?
- De nada chiquita. El ahora no está acá, unos amigos lo llamaron de Santiago para el matrimonio de uno de ellos. Devería haber ido con él, pero no pensaba dejarte sola.
- ¿Y como va todo? ¿algo interesante que contar?
- Nada mucho, la verdad, esta todo muy tranquilo. Ayer empezé en la nueva agencia, ya sabes, a la que me trasladaron, era más cómoda la de Santiago, pero no puedo hacer nada.
- ¿Algún nuevo amigo?
- Y bueno, hay una chica muy simpática, pero parece envidiosa. ¡Oh, que tarde es! ya está terminando la hora de almuerzo, debo volver al trabajo.
- ¿Usaste tu hora de almuerzo para venir a verme?
- Por supuesto muñeca.
- Eres lo más, mamá. Te quiero
Me dió un beso y se fué casi corriendo, pero antes le pedí si me podía conseguir un libro sobre los mitos y leyendas de Grecia. A ella le extraño bastante, pero no me puso oposición. Me dijo que lo traería mañana. Tenía que averiguar más sobre todo esto.
Al poco rato me trajieron el almuerzo, sopa de tomates y ensalada de lechuga. Tenía un montón de hambre. Más rato me volvió a visitar el doctor Marín y me dijo que me quitarían el suero y pasado mañana ya me darían de alta, aunque todo depende de los exámenes. Leí el resto de la tarde, esperando a Fabián, pero este no apareció. Esto me apenó bastante, lo esperaba con ansias. Como no llegó, y yo ya me estaba aburriendo, prendí la tele y ví un capítulo de "H2O; sirenas del mar", después uno de "Isa tkm", y me dormí viendo el final de este. Antes de dormirme, tan solo pensaba en no volver a tener el mismo sueño de antes.
23.9.09
Capítulo 18: Las píldoras ♥
Cuando volví a despertar, tenía un dolor de cabeza terrible, y la garganta me dolía más de lo que duele con un simple resfriado. Era como si tubiera gripe, pero sin voz. No había nadie en la habitación, y ya estaba oscureciendo. Me dió miedo pensar que podría haber estado desmallada muchos días. Miré al lado de mi cama y estaba el bolso de Fabián. Eso era un alivio, porque estaba por acá. Entonces alguien entró con un café en la mano y bostezando, al parecer no había dormido mucho en los últimos días. Era él. Apuró el paso cuando se dió cuenta de que había despertado, y prendió la luz. Se sentó a mi lado y me dedicó su más bella sonrisa.
- ¿Cómo estás dormilona?
Yo le sonreí con ganas. Era mi único modo de expresarme, y sinceramente, sin contar el dolor de cabeza y de garganta, estaba bien. Me iva a recuperar, aunque tardara un poco. Sin embargo, esta es la experiencia más aterradora que e vivido. Los médicos dirán lo que me ocurrió, tendré que ser paciente.
- Sami, me voy a tener que ir.. mañana después de clases volveré, como lo he hecho toda esta semana. -Le hise señas de que me pasara un lapiz y una libreta, para, de algún modo, comunicarme mientras aun no recupe el habla.
Le escribí: Ok, te veo mañana. Estoy muy feliz de saber que me voy a recuperar. Cuando te vallas, ¿puedes llamar a la enfermera? Porfis. A propósito, ¿cuando rato dormí? y, ¿qué hora es? lo que pasa esque me desmallé, le tengo miedo a las agujas. Te amo
- Bueno, yo la llamo. Y nosé exactamente, pero te desmallaste más o menos en la mañana, y ya está casi de noche. Te dejamos dormir porque necesitas descansar. Tén, te dejo mi reloj de mano para que sepas que hora es, luego me lo devuelves. Aunque si llego tarde a clases, es tu culpa jajaja.
Eran las 8.12 PM, el horario ya comenzaba a cambiar.. me dio un beso rápido y se fué, cerrando con delicadeza la puerta. En unos instantes la enfermera vino.
Le escribí: Señorita, ¿cuándo van a estár los exámenes listos? y, ¿me puede dar algo para la cabeza?, me duele mucho, igual que la garganta.
- Enseguida le traigo un píldora. Los exámenes estarán listos pasado mañana. Tendrá que estar en absoluto reposo hasta ese entonces. -Me trajo un vaso con agua y no una, si no que 6 píldoras de diferentes tamaños y colores- Esta, es la píldora para el dolor de cabeza. Pero estas otras, son las que el doctor Marín receto para usted. -explicó- Aquí tiene, si necesita algo puede tocar este botón y vendré enseguida.
Terminé de tomarme las píldoras y se fué, llevandose el vaso. No había visto ese botón. La última vez que estube en un hospital aún no era tan moderno. Al rato, se me paso el dolor de cabeza, pero el de la garganta, seguía, persistente. "Creo que definitivamente me agarré una gripe" pensé. Tantas píldoras, hisieron un efecto adormecedor en mi. Y, como no tenía en qué más entretenerme, me dormí. Habrá que esperar, para saber algo más.
24.7.09
Capítulo 17: Diagnóstico ♥
Fabián salió por la puerta y la cerró silenciosamente, me quedé solá y triste en ese clara habitación, quizás demaciado. Ya no lloraba, aunque tenía toda la cara empapada. Tan solo había un sollozo inconsolable proveniente de mi alma. Todo era tan confuso.. ¿qué iría a pasar? ¿sería tan solo un sueño?
Se abrió la puerta de golpe y me llevé un susto. Miré hacia allí y ví como un señor ya mayor, bastante canoso y regordete entraba medio corriendo. Rápidamente me midió la presión, los latidos y la respiración. Se quedó extrañado mirándome.
- A simple vista no sé que es lo que le ocurre. Requerirá de algunos exámenes. -dijo el doctor a Fabián, que había llegado sigilosamente, haciendo que no me percatara de su presencia.
- Pues entonces haganle los malditos exámenes y todo lo posible para que se mejore, es su trabajo. -dijo Fabián furioso, fuera de si. Me daba un poco de miedo, y me dieron ganas de gritarle algo, para que se tranquilizara, pero no pude.
- Tranquilo, se hará todo lo que está a nuestro alcanze. Haber nena dí 'aah'. -y me puso un palito de helado el la lengua- Mmm.. no puedo decir nada concreto, pero tiene un notorio daño, aunque no sabría indicar las causas. Iré a buscar a la enfermera para los exámenes que sean convenientes y al doctor Marín, otorrinolaringólogo. El doctor se fué. Fabián se quedó medio estático y muy shockiado. Finalmente se sentó a mi lado y me tomó la mano.
- Aún estás muy helada. ¿Porqué? es todo tan extraño.. ojala que todo salga bien.. -dijo con un tono muy triste.. me desconponía de tan solo escucharlo- bueno creo que viene tu mamá, mejor me voy, si no me agarraré una buena paliza jajaja. -rió sin muchas ganas, yo le sonreí como pude. Me dió un beso en la frente y cuando estaba apunto de abrir la puerta, alguien la abrió antes y casi le pega un portazo. Era mi madre. Lo fulminó con la mirada y avanzó rápido hasta donde estaba yo.
- Hija. Que te puedo decir, estoy.. un poco.. confundida.. triste, me tengo que espavilar, es como si no reaccionara.. fue todo tan rápido.. bueno, pase lo que pase estaremos todos a tu lado y te cuidaremos lo más que podamos. ¿Ok? apropósito.. no me habías dicho que tenías novio -dijo un tanto molesta- ni siquiera nos lo has presentado. Porqué vas con todo tan rápido ¿eh? es como si te buscaras los problemas.. ¡¿porqué no me contestas, que te ocurre?! -yo solo miraba hacia la ventana.. no me atrevía a mirarla a los ojos.. sentía que me podía atravesar- claro, estando yo tan preocupada por ti, lo único que te pido esque me cuentes que es lo que.... ah.. cierto, cierto. Lo siento, estoy muy aturdida. Según el doctor pasará.
La miré como diciendo "¿encerio?" muy emocionada. Era la mejor noticia que podía esperar. En ese momento las dos volteamos a ver quien entraba por la puerta. Era el mismo doctor de antes, en compañía de una enfermera esbelta y con grandes ojos, llenos de curiosidad. El otro hombre, que deviera de ser el tal doctor Marín, era delgado y con la cara avejentada, pelo casi blanco y una cara muy arrugada, acompañada de unos ojos con mucho sufrimiento de color celestes cielo, de esos casi transparentes.
- Vamos a ver, pequeña. -Miró a mi madre con cara de "es mejor que nos deje a solas" y ella se fué, con cara de angustia. El me examinó, normalmente y escribió algunas cosas en un cuaderno que traía consigo- bueno, creo que habrá que hacerle un examen completo, suministrarle -escribió unas lineas en otra hoja, la arrancó y se la entregó al otro doctor, del cual aún desconocía su nombre o apellido- estos medicamentos. Será mejor que tome reposo durante algunos días, por lo menos hasta que esté claro el diagnóstico. Bueno puede proseguir, enfermera Compton. Doctor, ¿me acompaña un momento?
- Claro Damián. -con que se llamaba Damián Marín, pero tenía más curiosidad de saber como se llamaba el hombre regordete, me inspiraba confianza.
Ellos abandonáron la habitación. Y la enfermera comensó a urgar unas cosas encima de un mesa dandome la espalda, por lo que no podía ver que era lo que hacía. La verdad es que ya me sentía mejor, con el puro hecho de que me mejoraría. Quería que me hisieran los exámenes rápido para poder estar más con Fabián.
- Señorita, ¿me facilita su brazo izquiero por favor? -me dijo amablemente, mientras sostenía una horrible y gigantesca jeringa en su mano.
Yo me imaginaba una prueba de ADN o que se yo, en la que me cortaran una uña o me sacaran un poco de cabello. ¿Pero sangre? no, por favor. Le tenía pavor a dos cosas. Bueno a muchas, pero a dos principamente. A los caballos, y a las jeringas. Quería gritar o decirle que no, que no podía. Pero ella ya tenía mi brazo en su poder y estaba apunto de comenzar a succionar sangre.
La sangre no me parecía asquerosa, de hecho, me daba igual. Lo que me pasaba, era con la agujas, y la sensación de como la sangre se te va yendo por ahí, y se almazena en ese frasquito. Era horrible.
De pronto sentí un mareo, ganas de cerrar los ojos, y vomitar. Me iva a desmallar. Me había pasado toda la vida, con cualquier aguja, y más con jeringas. Miraba como a sangre iva subiendo, hasta que todo comenzó a ser borroso, la respiración disminuyó, y por fin, me desmallé, como esperaba. Malditas agujas.
12.7.09
Capítulo 16: Despertando ♥
De un vacío total, volví a la vida, como si de una resurrección se tratara. Estaba totalmente desorientada. ¿Quién era, dónde estaba, que había ocurrido? al menos recordaba que era humana. Aunque ya había recuperado la conciensia, aún no lograba recordar nada.
Al fondo, se escuchaba un llanto melancólico, proveniente de una mujer dévil, y una voz grave y firme intentando consolarla. Sentía frío, mucho. Pero en mi vientre, sentía una calidez que me llenaba de vitalidad. Agudizé mis sentidos, los cuales por suerte había recuperado. Primero la audición, como agradecía volver a tenerla, ese zumbido era desmoronador. Logré escuchar con más presición el llanto y la voz, también cosas nuevas. Escuché pasos, un murmullo que provenía muy de lejos, y una respiración cercana muy acompasada y tranquila. Agudizé el tacto, mis manos estaban al costado de mi cuerpo, yo estaba acostada ensima de algo suave y blando. Una cama, y probablemente de hospital, porque también pude sentir la aguja que tenía en el brazo, lo cual seguramente sería el suero. Por último agudizé el olfato. No me equivocaba, estaba en un hospital, ya saben, su olor es muy característico.
Volví a inhalar con más fuerza que antes, y me llevé una sorpresa de otro mundo. A través de esa respiración se me vinieron tantos recuerdos de golpe, que quize volver a dormir. Era mucha información como para un solo segundo. Pero por lo menos, recordaba. Uno de mis miedos más grandes era quedarme sin memoria en algún momento de mi vida. Quería abrir los ojos, pero tenía miedo. Aún tenía un escalosfrío eterno en mi columna, y seguía entumida. Me sentía frágil y sola, aunque sabía que no lo estaba.
Finalmente, luego de algunos minutos de meditación, decidí abrirlos, lentamente. Por entre mis pestañas, pude ver mucha claridad, y todo de blanco. Ahora lo tenía más que confirmado, estaba en un hospital, hospitalizada. Subí un poco más mis párpados y pude ver a Fabián sentado en una silla, con su cabeza recostada en mi estómago durmiendo con su carita de ángel. Estaba en polera, no sé como no tenía frío, yo sentía que estaba en la Antártica. Los abrí completamente. Miré hacia todas partes, no había nadie más en la sala. Después de un rato, logré acostumbrar la vista, ya que cuando resién los abrí, veía todo un poco borroso. Quería probar mi último sentido, el habla. Ya había confirmado que todos los demás estaban en perfecto estado, y supusé que este último también lo estaría, pero solo por curiosidad, quizé pronunciar algo.
Mil lágrimas comensaron a salir de mis ojos. No funcionaba. No lo podía creer, estaba perdida. ¿Qué iva a hacer yo, sin poder hablar? tendría que ir a una escuela especial para mudos. No le podría volver a decir "te amo" a Fabián, ni a mi madre. No podría dar los buenos días. Esto era malo, pero muy malo. Además, con lo frágil que estaba, y con el frío que tenía, me sentía próxima a la muerte, como si una enfermedad mortal estubiera a punto de desacerse de mi.
- Mmmm.. ñaarrtzzzz.. -murmulló Fabián entre sueños, moviéndo un poco la cabeza.
Abrió los ojos, y se quedó mirando al vacío un momento, como recordando donde estaba y porque estaba aquí. Se espabiló en unos segundos y se sentó. No me miró hasta despues de bostezar y estirarse. Yo miraba la ventana. ¿Qué podía decirle?
Se quedó mirandome por unos segundos, sin saber que decir. Finalmente, no muy decidido, me dijo:
- ¿Porqué lloras?
* Silencio por parte mia *
- Vamos, no quiero ser grosero, pero me tienes muy nervioso, estas hace tres días en coma, y pensé que al despertarte te alegraría verme a tu lado. Estoy muy preocupado. Aunque allas dormido por tantos días, y tengas suministrados suficientes nutrientes, no se te quitan las ojeras ni la palidez. Temperaron esta sala especialmente para ti a 32º C, y aun así, sigues helada. No me miras y además eres un mar de lágrimas. ¿Me quieres decir que rayos pasa? Tu papá ya no sabe que decirle a tu mamá para tranquilizarla. -dijo intranquilo.
En ese momento lo miré de una forma indescriptible. Le quería explicar todo con la mirada, y a la vez darle a entender mi enojo. Me dolía que pensaran que Cris fuera mi papá. Mejor callar que meter la pata.
- ¿No me vas a hablar? -repuso con cierta ira, la cual era injustificable.
Se me salieron aún más lágrimas pero esta vez, sentí una verguënza enorme. Me tapé la cara con las manos. Me destapé y le intenté hablar, pero parecía tonta, no me salían las palabras. El solo me miraba con sufrimiento, no le puedo culpar, no entendía nada. Al final, me las arreglé para pedirle que me diera un lápiz y un papel. Por suerte venía del colegio y estaba con su bolso.
Y le escribí:
Mi amor, no quiero que grites y te espantes. Pero, me he quedado muda. No puedo decir nada. No comprendo nada tampoco. Cuando recién me desperté tampoco recordaba nada, pero los recuerdos de pronto vinieron a mi, por suerte. Yo tampoco sé porque tengo tanto frío, pero creeme que no lo hago apropósito. Lamento no poder volverte a decir nunca más te amo, pero quiero que sepas que es así.
Mientras lo escribía, seguía llorando, por supuesto, y la hoja, devo agregar, quedo con muchas gotas. Él intentaba leer algo mientras escribía, pero yo quería que lo leyera todo de corrido. Se lo entregué, no sin cierta resignación, e intenté tranquilizarme.
Él solo se quedo en silencio, asimilando. Abrío la boca intentándo decir algo, pero al parecer no sabía que era lo correcto.
- Voy a buscar al médico. -dijo sumamente serio. Se paró y se dió vuelta, dirigiendose a la puerta. Antes de llegar a ella, se detubo, y volvió casi corriendo hasta mi, y me abrazó, como pudo, ya que yo estaba acostada en esa horrenda cama.
- Te amo y no lo olvides, no importa lo que pase, saldrás adelante y yo estaré a tu lado todo el tiempo que sea necesario. -dijo con la voz llorosa, y luego volvio hacia la puerta.
En la fracción de segundo que duró en darse vuelta, alcanzé a ver un brillo en su mejilla. ¿Una lágrima?
10.7.09
Capítulo 15: Lo inesperado ♥
Las siguientes clases pasaron rápido, o lento, en realidad no lo sé. Estube como fuera de tiempo. Además, ni sueñes con que podía concentrarme, tenía esa sensación de cuando alguien clava su mirada en tu espalda, y era obvio que era Fabián. No me atreví en ningún momento ha mirarle. Tenía pavor, no se de qué, pero lo tenía. Para suerte mía los profesores con los que me tocaba no me prestaron atención en ningún minuto. Era como si me hubiera esfumado, porque ni siquiera Ania me hablaba.
Al final, lo único que me hiso espavilarme fue esa insistente campana, que te remueve entera cada vez que suena. Ya había llegado la hora de irse a casa. ¿A casa? no. No quería ver a mi madre. ¿A dónde me iva? con Ania no, porque es muy poco paciente, y querría que le explicase todo, y yo no quiero pronunciar palabra alguna. Al fin y al cabo, cuando terminé de guardar mis cosas en mi mochila y estaba lista para salir y dirigirme a mi nuevo destino (el cuál no tenía idea de cual iva a ser) me encaminé hacie la puerta. Me parecía extraño que nadie me hablase.
Entonces me dí cuenta. Hace ya horas, que escuchaba un leve zumbido, no escuchaba las conversaciones, solo un zumbido como cuando estas en el centro comercial y hay tantas personas, que no puedes escuchar alguna conversación determinada, porque todas se mezclan en una sola. Eso mismo me pasaba. Al darme cuenta, ese zumbido poco a poco fue desapareciéndo y quedó todo en profundo silencio. No miraba otra cosa si no el suelo hacia varios pasos ya, y por el cemento sobre el cual me encontraba supuse que estaría saliendo del colegio ya. Levanté la mirada, y me dí vuelta, horrorizada. ¿Qué era todo esto? estaba atormentada. Me encontré con la mirada de mi amado, me mirada con profunda preocupación.
Estaba a tan solo unos pasos, quieto y paciente, el sabía que algo me pasaba. De repente sentí como las ojeras se me marcaron y los párpados me pesaban más de lo normal. Pero una extraña intuición, que iva en contra de mi voluntad, no me dejaba cerrar los ojos. Se me comensó a nublar la vista, como cuando estás viendo a través de un vidrio y este se empapa de vapor, así veía en ese momento. Pero aún así, podía distinguir la silueta de Fabián. Quería gritar de horror, la sensación que tenía era inexplicable. No era de dolor, esto iva más allá. Pero mis cuerdas vocales me traicionáron. No funcionaban.
En un intento de salvarme de este suceso, totalmente desconocido para mi, corrí en su dirección. Antes de que mis piernas me fallaran, al igual que el habla, la vista y la audición. Me apróxime lo bastante como para poder abalanzarme, pero no alcanzé. En ese momento mis piernas no reaccionaron y me caí al vacío, pues para mi todo ya era borroso y sin sentido. Pero sus brazos, esos fuertes brazos, me agarraron y me estrecharon, y sentí la calidez de su pecho en mi mejilla. Y pude aspirar su delicioso aroma antes de que me fallara mi cuarto sentido, el olfato. Entonces no olí más, y tampoco sentí nada, tan solo como algo me consumió totalmente, dejando que cayera eternamente en el frío abismo, entumecida, ciega y sordamuda. Inerte e inexistente.